Comentario
Estudio de la Biblia

Mateo 20:1-16

Por Richard Niell Donovan
Traducción por Emmanuel Vargas Alavez

MATEO 19-20. EL CONTEXTO

La segunda mitad del capítulo 19 provee el contexto necesario para entender la primera mitad del capítulo 20. Ambos pasajes enfatizan que las reglas con las que el reino de los cielos opera son muy diferentes de las de este mundo. Ambas tienen que ver con la recompensa para el discipulado que se sacrifica.

En 19:16-22, un joven rico viene a Jesús preguntando “Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?” Cuando Jesús le dice que venda sus posesiones y las dé a los pobres, ese hombre se aleja tristemente porque tenía muchas posesiones.

Pedro, que estaba observando este intercambio, hace notar que los discípulos ya han abandonado todo y han seguido a Jesús. ¿Cuál será su recompensa? La respuesta de Jesús es bastante generosa: los Doce se sentarán en doce tronos y juzgarán a las doce tribus de Israel. Pero la recompensa no estará limitada a los Doce. “Y cualquiera que dejare casas, ó hermanos, ó hermanas, ó padre, ó madre, ó mujer, ó hijos, ó tierras, por mi nombre, recibirá cien veces tanto, y heredará la vida eterna.” Esto no disminuye la recompensa para los Doce, pero sí la extiende a otras personas que la merecen. Debió sorprender a los Doce escuchar que muchos otros también compartirían esa recompensa.

Jesús dice “Mas muchos primeros serán postreros, y postreros primeros” (19:30) y después relata la parábola de los obreros de la viña. Su conclusión en esta parábola es “Así los primeros serán postreros, y los postreros primeros” (20:16), poniendo en medio la parábola con esta paradoja que explica su significado.

Esto no es lo último que escucharemos sobre la ambición de los discípulos. Poco después de la parábola de los obreros de la viña, la madre de Jacobo y Juan llega a Jesús para pedirle un lugar especial para sus hijos en el reino, una petición que Jesús dice que no es suya conceder (20:20-23).

Y, por supuesto, la petición de Jacobo y Juan no fue el fin de la ambición eclesiástica. ¿Existe un pastor o pastora cuyo corazón no lata fuerte por tener un nombramiento a una iglesia más grande o una promoción en una posición eclesiástica? ¿Cuántos laicos no aspiran a ser conocidos como presidentes o presidentas o como alguien importante dentro de la congregación, para controlar la política y la práctica de la congregación, o para tener su nombre en una placa sobre una puerta, o simplemente para escoger el color de la alfombra? El dinero, poder y posición siguen siendo el nombre del juego en muchos corazones cristianos.

Jesús invierte completamente esas ambiciones. Después de leer la parábola, ya no nos atrevemos a ver hacia abajo a quienes no tienen un título eclesiástico, o a aquellos que más recientemente se han acercado a Cristo, o a aquellos con un entendimiento menos refinado, o a aquellos cuyas denominaciones son menos influyentes, o a aquellos cuyas congregaciones son pequeñas, o a aquellos cuya música es menos inspiradora, o aquellos que dan menos dinero. ¿Hemos alcanzado una posición alta o logrado mucho por Cristo? ¿Tenemos una buena razón para sentirnos un poco orgullosos? Jesús nos advierte: “Los primeros serán postreros, y los postreros primeros.”

MATEO 20:1-16. LA PARÁBOLA DE LOS OBREROS DE LA VIÑA

Esta parábola es similar a la parábola del hijo pródigo y su hermano mayor (Lucas 15). En ambas parábolas, se muestra la gracia que se le da a la persona que menos la merece y ofende a quienes piensan que ellos sí la merecen. Sin embargo, el hijo pródigo es tan atrayente que nos roba el corazón. Cuando leemos esa parábola nos alegramos de la misericordia que se le mostró al pródigo que regresaba y nos ofende el enojo del hermano mayor.

No es así con la parábola de los obreros. Compartimos el enojo de los trabajadores que estuvieron laborando todo el día.  ¡No queremos estar a la par! ¡Queremos estar arriba! No queremos la misericordia (que Dios nos da gratuitamente), sino que queremos justicia (lo que nos hemos ganado) y ADEMÁS la misericordia. Si Dios distribuye la misericordia a todos por igual, nosotros que trabajamos todo el día iremos adelante de aquellos que llegaron al final. Nosotros recibiremos lo que nos hemos ganado además de un generoso bono. La ironía, por supuesto, es que lo poquito que hemos ganado no tiene ninguna consecuencia cuando lo comparamos al bono de la gracia de Dios.

MATEO 20:1-8. EL REINO DE LOS CIELOS ES SEMEJANTE A…

1Porque el reino de los cielos es semejante á un hombre, padre de familia, que salió por la mañana á ajustar obreros para su viña. 2Y habiéndose concertado con los obreros en un denario al día, los envió á su viña. 3Y saliendo cerca de la hora de las tres, vio otros que estaban en la plaza ociosos; 4Y les dijo: Id también vosotros á mi viña, y os daré lo que fuere justo. Y ellos fueron. 5Salió otra vez cerca de las horas sexta y nona, é hizo lo mismo. 6Y saliendo cerca de la hora undécima, halló otros que estaban ociosos; y díceles: ¿Por qué estáis aquí todo el día ociosos? 7Dícenle: Porque nadie nos ha ajustado. Díceles: Id también vosotros á la viña, y recibiréis lo que fuere justo. 8Y cuando fué la tarde del día, el señor de la viña dijo á su mayordomo: Llama á los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros.

Esta parábola comienza magníficamente bien. El dueño de una viña sale temprano en la mañana para contratar obreros que trabajen para él. Aunque tiene un mayordomo (v. 8), va personalmente a la plaza. Contrata a quienes están disponibles para trabajar después de asegurar un acuerdo sobre una paga justa, y ellos se van a trabajar.

Durante el transcurso del día hace cuatro viajes adicionales a la plaza para contratar obreros. Hace su segundo viaje al rededor de las nueve (griego = peri triten horan, la tercera hora). El día judío comenzaba al amanecer y se dividía en doce horas, el largo de las horas variaba de acuerdo con la estación del año. La tercera hora corresponde a las 9:00 a.m. de nuestro tiempo, aunque la medición del tiempo era imprecisa. Hace viajes adicionales a la sexta y novena hora (medio día y 3:00 p.m.), y hace su último viaje a la hora undécima (5:00 p.m.).

La atención del señor de la viña no parece estar concentrada en la urgencia de la cosecha, sino en la necesidad de los trabajadores. En su viaje final, les pregunta a los trabajadores “¿Por qué estáis aquí todo el día ociosos?” Cuando le contestan que nadie los ha contratado, entonces los manda a su viña. Algunos eruditos sugieren que está tratando de acelerar la cosecha para prevenir el despojo, pero no hay ninguna indicación de esto en el pasaje.

Estos trabajadores son bastante vulnerables. El salario diario de un trabajador apenas pone pan en la mesa para la familia, así que un día sin empleo se traduce en una verdadera dificultad. Tal vez el señor de la viña interviene porque, desde su perspectiva, ve a los niños que no tendrían nada para comer si su padre no encuentra empleo.

Presumiblemente, los trabajadores más motivados van a la plaza temprano para encontrar empleo. Aquellos que llegan más tarde probablemente no comparten el entusiasmo por el trabajo de los tempraneros. La mayoría de los contratistas no se preocuparían con los que llegan tarde a menos que estuvieran desesperados. Este señor, sin embargo, contrata a todos los que ve. El momento en que los contrata es un momento lleno de gracia.

Quienes fueron contratados en la mañana tienen un contrato claro. Se les pagará un denario, el salario normal por un día de trabajo. A quienes fueron contratados a las nueve, doce del día, y tres de la tarde, el dueño les promete pagar solamente lo que es justo. Para quienes fueron contratados a las cinco de la tarde, no se menciona nada sobre el dinero.

La Torá (Levítico 19:13 y Deuteronomio 24:15) requiere que al trabajador se le pague al final del día.

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MATEO 20:9-12. LOS PRIMEROS PENSARON QUE HABÍAN DE RECIBIR MÁS

9Y viniendo los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. 10Y viniendo también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. 11Y tomándolo, murmuraban contra el padre de la familia, 12Diciendo: Estos postreros sólo han trabajado una hora, y los has hecho iguales á nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día.

La sorpresa viene al final del día. El dueño de la viña instruye al mayordomo que les pague primero a los que llegaron al último, y así se hace. Notemos la correspondencia de esta acción con la declaración sobre los primeros/últimos y los últimos/primeros de 19:30 y 20:16. Aquellos que fueron contratados a las cinco de la tarde se les da un denario – el salario completo de un día — aunque solamente trabajaron una hora. Los que habían trabajado todo el día no se quejan. Lo que perciben es generosidad, y apenas pueden esperar a ver cuál será su salario.

Sin embargo, cuando su tiempo llega, los que habían trabajado todo el día reciben un denario, el salario de un día, de acuerdo a como se les había contratado. Es en ese momento que se quejan. Su queja no es que ellos debían recibir más dinero, sino que el dueño ha igualado a los que llegaron casi al final del día con ellos. Ellos compitieron duro en un mundo competitivo, y al final esperaban estar adelante de aquellos que no lo habían hecho. Se levantaron temprano y trabajaron bajo el calor del día, y se enojan cuando se les pone a la misma altura con los despreciables que llegaron a las cinco de la tarde. Como lo pone mi hijo, “¡No es JUSTO!” ¡Nosotros lo acordamos!

La elite religiosa (incluyendo a Pedro y los Doce, ver 19:27) necesita entender que los discípulos ordinarios recibirán una medida completa de gracia. También necesitan entenderse a sí mismos como recipientes de la gracia. Pero “¡qué difícil es que la doctrina del mérito muera! ¡Qué orgullosos nos sentimos de nuestras ‘obras’! ¡Qué poco amamos al pecador!” (Buttrick, 493).

Pero tal vez la historia de Jesús es más justa de lo que a primera vista parece. Si han pasado algunos días en una oficina para desempleados o en un lugar para conseguir empleo esperando que se diga su nombre, entonces ustedes saben cómo mata a esto el espíritu. ¡Es mejor estar sudando bajo el sol, pero con empleo!

¿Es mejor vivir la mayoría de la vida sin Cristo – sin fe, sin oración, sin esperanza — y solamente pagar el costo del discipulado en los últimos días de la vida? ¿Acaso aquellos que han encontrado a Cristo cuando están a punto de morir han logrado un mejor “trato”? Decir que sí a estas preguntas, entonces quiere decir que realmente no valoramos nuestra relación con Cristo, o que solamente la valoramos por la olla de oro que vamos a encontrar al final del arco iris más que por la misma relación. Tal discipulado sería como valorar una obra de arte solamente por lo que cuesta ¡y de esta manera se pierde todo el propósito!

Una parte del problema para aceptar la gracia en esta parábola surge de nuestra experiencia en un mundo donde prevalece la escasez. Algunos argumentan que no habría tal escasez, si tan solo distribuyéramos los bienes de manera igual, de esa manera habría suficiente para todos. Eso puede ser cierto, dependiendo de cómo definimos suficiente. Si los bienes fueran distribuidos de manera igualitaria, probablemente todos tendríamos lo que verdaderamente necesitamos, pero de seguro no todo lo que quisiéramos. Sería posible satisfacer el hambre de todos, pero no sus anhelos. En algún punto, la vida es un juego de marcadores a cero. Ni tú ni yo podemos poseer el mismo pedazo de tierra. O es tuyo o es mío. Para que yo lo tenga, tú debes renunciar a él. Acostumbrados a vivir con la realidad de la escasez, es difícil para nosotros (1) regocijarnos por la buena fortuna de nuestro prójimo, y (2) pasar de la manera-de-pensar-de-este-mundo, a la forma-de-pensar-del-reino.

Casi antes del inicio del pasaje bíblico del Evangelio de hoy, Jesús dijo “Y cualquiera que dejare casas, ó hermanos, ó hermanas, ó padre, ó madre, ó mujer, ó hijos, ó tierras, por mi nombre, recibirá cien veces tanto, y heredará la vida eterna.” La recompensa final de un discipulado fiel es la vida eterna, de eso no hay escasez. El reino de los cielos no es un juego a ceros. Cuando Jesús ofrece la vida eterna a los que menos la merecen, no toma nada de lo que les pertenece a aquellos que más la merecen. En el reino de Dios, todos podemos tener “una mansión más allá del sol” como el viejo himno dice. No hay necesidad de una competencia espiritual, porque nuestra recompensa ya es tan buena como puede ser. Esa es una lección muy dura de aprender para la gente competitiva.

MATEO 20:13-15. ¿ES MALO TU OJO, PORQUE YO SOY BUENO?

9Y viniendo los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. 10Y viniendo también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. 11Y tomándolo, murmuraban contra el padre de la familia, 12Diciendo: Estos postreros sólo han trabajado una hora, y los has hecho iguales á nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día.

La respuesta del dueño a los que habían trabajado todo el día es que no les ha hecho ningún mal, sino que les ha pagado lo acordado. Entonces pregunta, “¿No me es lícito á mí hacer lo que quiero con lo mío? ó ¿es malo tu ojo, porque yo soy bueno?” (griego: ho ophthalmos sou poneros estin hoti ego agathos eimi, ¿es tu ojo malo porque soy bueno?). Estas dos preguntas van dirigidas al corazón de la parábola.

La respuesta, por supuesto, es que quienes habían trabajado todo el día tenían envidia. Ellos habían pagado el precio de “madrugar” – se levantaron al despuntar el día y trabajaron bajo el calor del sol — pero ahora el dueño de la viña los hace a todos iguales. Irónicamente, los que habían llegado más tarde sacan la mayor ventaja, porque reciben el pago completo de un día por una hora de trabajo; en ese sentido, ellos son los que se “madrugan”. Si los trabajadores que llegaron desde temprano hubieran conocido las reglas desde el principio del día, hubieran esperado hasta las cinco de la tarde para ir a la plaza; pero nadie les explicó que las reglas serían diferentes ese día. ¡No es JUSTO! Esa es la queja de Jonás, y del hermano mayor del pródigo, y de los fariseos, y de nosotros.

Los obreros que habían trabajado todo el día negociaron su salario. Nosotros también negociamos con Dios –le explicamos lo que queremos— para sacar un buen “trato” de ahí. Si no creen esto, simplemente examinen cuidadosamente el contenido de sus oraciones. Al especificar los detalles, esperamos asegurar que Dios no fallará para satisfacer nuestras necesidades. Sin embargo, “en nuestras pequeñas mentes hacemos un corto circuito en la gracia de Dios, para poder obtener lo que hemos puesto en el ‘trato’” (Soards, ver también Romanos 4:4-5).

MATEO 20:16. LOS PRIMEROS SERÁN ÚLTIMOS

16Así los primeros serán postreros, y los postreros primeros: porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.

Jesús termina la parábola tal como la comenzó (19:30), diciéndonos lo que la parábola realmente significa: los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos. Esta es la Gran Inversión. “Los últimos se convierten en primeros por la gracia; los primeros se convierten en los últimos por su ambición” (Bruner, 726).

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada enhttp://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

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