Comentario
Estudio de la Biblia

Lucas 9:51-62

Por Richard Niell Donovan
Traducción por Emmanuel Vargas Alavez

LUCAS 9:51––19:44. LA JORNADA HACIA JERUSALÉN

Lucas 9:51 introduce una nueva sección: la jornada de Jesús hacia Jerusalén. Y por supuesto, Jerusalén es el lugar donde Jesús va a morir. La sección tiene dos grandes temas. El primero es la creciente desavenencia entre Jesús y los líderes judíos… La segunda es la preparación de Jesús de sus discípulos para su partida. Jesús les dice que permanezcan fieles a pesar del rechazo del mundo (Bock, 180).

Esta sección tiene mucho qué decir sobre aceptar o rechazar a Jesús y sus discípulos, que sirven como sus emisarios:

• Los samaritanos se rehúsan a recibir a Jesús (9:51-56)

• Jesús repite sus instrucciones anteriores sobre sacudirse el polvo de los pies cuando no los reciban (10:10-12; ver 9:5).

• Jesús pronuncia sus ayes sobre Corazín, Betsaida y Capernaúm por rechazarlo (10:13-16).

• Marta y María reciben a Jesús en su casa, pero Jesús dice que María ha escogido la mejor parte por la manera más personal en que lo recibe (10: 38-42)

• Los fariseos y escribas esperan que Jesús cometa un error (11:53-54).

• Bienaventurados son los esclavos que están alertas para cuando venga su amo (12:35-40).

• Las multitudes reciben a Jesús en Jerusalén (19:28-40), pero Jesús llora por la ciudad “por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación” (19:44).

LUCAS 9:51-56. LOS SAMARITANOS NO LE RECIBIERON

51Y aconteció que, como se cumplió el tiempo en que había de ser recibido arriba, él afirmó su rostro para ir á Jerusalén. 52Y envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una ciudad de los Samaritanos, para prevenirle. 53Mas no le recibieron, porque era su traza de ir á Jerusalén. 54Y viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, y los consuma, como hizo Elías? 55Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; 56Porque el Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron á otra aldea.

“Y aconteció que, como se cumplió el tiempo en que había de ser recibido arriba, él afirmó su rostro para ir á Jerusalén” (v. 51). Este versículo introduce la jornada a Jerusalén que continuará hasta la llegada de Jesús a esa ciudad en Lucas 19:29. “Recibido arriba” señala la ascensión. “Jerusalén” señala la muerte de Jesús. Lucas nos sigue recordando (13:22; 17:1; 18:31; 19:11; 19:28) que Jesús está en su camino hacia Jerusalén, e introducirá el motivo de una jornada similar en su secuela de los Hechos de los Apóstoles.

• Al igual que la jornada de Jesús a Jerusalén ocupa muchos capítulos de este evangelio, así también los viajes misioneros de Pablo ocupan mucho del libro de los Hechos.

• Al igual que Jesús ha afirmado su rostro para ir a Jerusalén, así también Pablo dice “Me será menester ver también á Roma” (Hechos 19:21).

• Al igual que Jesús anticipa la cruz, Pablo dice “…porque yo no sólo estoy presto á ser atado, mas aun á morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús” (Hechos 21:13).

La frase “afirmó su rostro para ir á Jerusalén” nos recuerda Isaías 50:7 que dice: “por eso puse mi rostro como un pedernal, y sé que no seré avergonzado” (ver también Jeremías 21:10; Ezequiel 6:2; 13:17; 21:2). La imagen es de una determinación como el pedernal para enfrentar una misión peligrosa. La determinación de Jesús, su sentido de misión, y su entendimiento de lo que encontraría en Jerusalén nos ayuda a entender las demandas que les pondrá a los aspirantes a seguidores en los versículos 57-62 de nuestro pasaje.

“Y envió mensajeros delante de sí” (v. 52a.). En el original se repite la palabra “rostro”. Literalmente diría “Y envió mensajeros (angelous) delante de su rostro (prosopou)”. En 7:27 Jesús dice sobre Juan el Bautista: “envío mi mensajero delante de tu faz, El cual aparejará tu camino delante de ti”. Juan ya está muerto.

“Los cuales fueron y entraron en una ciudad de los Samaritanos, para prevenirle. Mas no le recibieron, porque era su traza de ir á Jerusalén” (vv. 52b-53). Los judíos y los samaritanos se despreciaban mutuamente. Esta enemistad databa del siglo ocho antes de Cristo, y surgió cuando los asirios conquistaron a los judíos. Los samaritanos reclamaban que mantenían el culto apropiado en su tierra, mientras que los otros judíos habían sido llevados al exilio. El monte Gerizim era el centro de su vida religiosa. Los judíos, por el otro lado, acusaban a los samaritanos de haber perdido su identidad religiosa por los matrimonios con sus vecinos paganos. El templo de Jerusalén era el centro de la vida religiosa de los judíos. Dado que Samaria estaba entre Galilea y Judea, esto exacerbaba la situación. Para llegar a Jerusalén, los galileos tenían que ir a través de Samaria o tomar una ruta más larga y difícil hacia el este del río Jordán. Siempre tensa, la relación entre samaritanos y judíos algunas veces estalló en violencia.

Lucas no es claro sobre las intenciones de Jesús. ¿Envió mensajeros a la comunidad samaritana solamente para hacer arreglos para el viaje o intentó ministrar a los samaritanos? Probablemente esto último, dada la parábola del Buen Samaritano (10:25-37), su posterior relación con el leproso samaritano (17:16), su ministerio a una mujer samaritana (Juan 4), y la inclusión de Samaria en su mandato a los discípulos (Hechos 1:8). Cualquiera que hubiera sido su intención no pudo realizarla, porque los samaritanos “Mas no le recibieron, porque era su traza de ir á Jerusalén” (v. 53). Para ellos, Jerusalén era el centro de la falsa religión. De seguro que resintieron el hecho de que Jesús iba allá en lugar del Monte Gerizim. Tal vez los samaritanos también sintieron que Jerusalén sería sinónimo de llevar-la-cruz y por esa razón resistieron a Jesús.

“Y viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, y los consuma, como hizo Elías?” (v. 54). Jesús llamó a Jacobo y Juan “Hijos del trueno”, tal vez por sus personalidades escandalosas y violentas (Marcos 3:17). De seguro les era familiar la historia en que Elías pidió fuego del cielo para que consumiera a los samaritanos (ver 2 Reyes 1). Si Jesús simplemente les diera la orden, ellos repetirían es acción.

“Entonces, volviéndose él, los reprendió” (v. 55). Reprender (epetimesen) es una palabra fuerte. En otras partes del evangelio Jesús reprende a los demonios (4:35, 41; 9:42), a las fiebres (4:39), y a las tormentas (8:24), pero nunca a sus discípulos. Jesús les responde tan fuerte a Jacobo y Juan porque los ha instruido a amar a sus enemigos (6:27-36), a no juzgar a los otros (6:37-42), y sacudir el polvo de sus pies como respuesta al rechazo (9:5). Parece que Jacobo y Juan no han escuchado. En su debido tiempo Dios juzgará a quienes rechazan a Jesús (10:10-12), y sus discípulos deben dejar ese juicio en las manos de Dios.

“Y se fueron á otra aldea” (v. 56). Jesús modela la conducta que él espera de sus discípulos cuando experimentan rechazo.

LUCAS 9:57-62. ASPIRANTES A DISCÍPULOS

57Y aconteció que yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré donde quiera que fueres.58Y le dijo Jesús: Las zorras tienen cuevas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recline la cabeza. 59Y dijo á otro: Sígueme. Y él dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre á mi padre. 60Y Jesús le dijo: Deja los muertos que entierren á sus muertos; y tú, ve, y anuncia el reino de Dios. 61Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; mas déjame que me despida primero de los que están en mi casa. 62Y Jesús le dijo:Ninguno que poniendo su mano al arado mira atrás, es apto para el reino de Dios.

Jesús, que está yendo hacia Jerusalén (sinónimo de la cruz) no ofrece un discipulado fácil. En estos versículos, él clarifica la naturaleza extrema de su llamado. Quienes quieren seguirlo tienen que considerar primero el costo, porque compartirán el sufrimiento de Cristo. No deben darle prioridad a ninguna otra cosa sobre Cristo, ni siquiera a las buenas cosas.

“Y aconteció que yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré donde quiera que fueres. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen cuevas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recline la cabeza” (vv. 57-58). El compromiso de este hombre parece fuerte. Ofrece seguir a Jesús “adondequiera”, pero Jesús ofrece solamente “ningún lado”. Desde el principio Jesús “se anonadó á sí mismo, tomando forma de siervo” (Filipenses 2:7). Se humilló a sí mismo desde el principio de su vida, nacido en un establo y teniendo un pesebre por cuna. Se humillará a sí mismo al final de su vida, muriendo en una cruz. En medio de todo ello, él concentra su energía en servir más que en su comodidad personal, y espera que sus discípulos hagan lo mismo. Él bendice el servicio por sacrificio.

Nos sorprende la aguda respuesta de Jesús a la disposición al discipulado de este hombre. La razón puede ser que Jesús ve más profundamente en el corazón de lo que podemos hacerlo nosotros. Él piensa que Jesús es un hombre joven con una carrera ascendente, y quiere agarrarse por lo menos de la orilla de su manto. Jesús, sin embargo, va en su camino hacia Jerusalén y a la cruz.

“Y dijo á otro: Sígueme. Y él dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre á mi padre” (v. 59). Aunque no podemos encontrar una cita en la Ley que requiera el entierro, un cuerpo sin enterrar era una marca de desgracia (Deuteronomio 28:26; Salmo 79:2; Isaías 14:19; Jeremías 7:33; 16:4; 25:33; 34:20), y el entierro del propio padre o madre era una parte importante de honrarlos de acuerdo con la Ley (Éxodo 20:12; Deuteronomio 5:16)

No queda claro si el padre está muerto o cerca de morir. Es posible que el aspirante a discípulo esté pidiendo cuidar a sus padres en su ancianidad, y una vez más esto es una parte importante de honrarlos de acuerdo con la Ley. Después de que hayan partido, él podrá considerar más cuidadosamente el llamado de Jesús al discipulado. Para ese tiempo, de seguro podrá encontrar otra razón para retrasar su respuesta.

“Y Jesús le dijo: Deja los muertos que entierren á sus muertos; y tú, ve, y anuncia el reino de Dios” (v. 60). Ya fuera que el padre estuviera muerto o vivo, el llamado de Jesús es inequívoco. Hay que dejar que quienes estén espiritualmente muertos entierren a los que están físicamente muertos. Quienes tienen la chispa de la vida espiritual tienen una responsabilidad para con quienes todavía están vivos – aquellos cuyas vidas todavía pueden ser redimidas – quienes están habilitados para decidir por o en contra de Cristo.

“Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; mas déjame que me despida primero de los que están en mi casa” (v. 61). Esto recuerda la historia del Antiguo Testamento (1 Reyes 19:19-21) con la cual la audiencia de Jesús debía ser familiar. Eliseo estaba arando con su buey cuando Elías lo llamó. Eliseo pidió “Ruégote que me dejes besar mi padre y mi madre, y luego te seguiré”. La versión en español hace sonar este pasaje como que Elías le cumplió a Eliseo su petición, pero tanto el hebreo como la Septuaginta son obscuros en cuanto a este asunto (Tannehill, 172). De interés especial es el hecho de que Eliseo, antes de irse con Elías, mató a los bueyes con que había estado arando y, usando el yugo y arado como combustible, los cocinó para que comieran los vecinos. Esta fue una declaración gráfica de que había quemado sus puentes detrás de él. Ya no habría espacio para volver atrás.

“Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano al arado mira atrás, es apto para el reino de Dios” (v. 62). Habiendo perdido nuestras raíces en la agricultura, la imagen no significa mucho para nosotros hoy. Un campesino arando con un animal debe elegir un punto en el horizonte para poder arar en línea recta. Volver la vista atrás causa que el campesino zigzaguee, y haga una línea chueca, que es la marca de un aficionado. La línea chueca estará ahí para que todos la puedan ver durante todo un año, hasta la próxima época de siembra. El campesino que hace una línea chueca será el centro de muchas bromas durante el año, y tratará de hacer lo mejor que pueda para arar en líneas rectas el año siguiente. Una metáfora similar para nuestro tiempo es la persona que se voltea para mirar al asiento trasero mientras está manejando por la carretera. El conductor que se vuelve a ver en el asiento trasero es muy peligroso en una carretera con tráfico. Una menos exacta – pero más inmediata metáfora – es el conductor que se distrae usando su teléfono celular mientras va manejando.

Debemos ser lentos para condenar a esos aspirantes a discípulos que ofrecieron excusas. ¿Quién entre nosotros no ha hecho lo mismo? También debemos notar que los gigantes de la fe primero ofrecieron excusas antes de que finalmente aceptaran el llamado de Dios.

• Moisés protestó: “¿Quién soy yo, para que vaya á Faraón, y saque de Egipto á los hijos de Israel?” (Éxodo 3:11). Y luego argumentó “¡Ay Señor! yo no soy hombre de palabras de ayer ni de anteayer, ni aun desde que tú hablas á tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua” (Éxodo 4:10).

• Gedeón dijo: “Ah, Señor mío, ¿con qué tengo de salvar á Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre” (Jueces 6:15).

• Jeremías protestó: “¡Ah! ¡Ah! ¡Señor Jehová! ¡He aquí, no sé hablar, porque soy niño! (Jeremías 1:6).

• Isaías dijo: “¡Ay de mí! que soy muerto; que siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Isaías 6:5).

Y aún así, cada una de estas personas, aunque con renuencia, hicieron lo que Dios les pidió, y Dios bendijo su quejoso discipulado. Estas son buenas nuevas, porque significa que Dios no nos da una “calificación de reprobado” en tinta indeleble cuando pecamos o protestamos u ofrecemos excusas. Cada fallo es una invitación al arrepentimiento y la bendición. Nos preguntamos si alguno de estos tres hombres en el pasaje bíblico de hoy hizo a un lado sus excusas y siguió a Jesús. Nos preguntamos que habría pasado si lo hicieron, o si no lo hicieron.

HISTORIA VERDADERA:

No puedo verificar si esta historia es verdadera, pero muy bien puede serlo. Un pastor de Haití contó de un hombre que puso su casa a la venta. Se le acercó un hombre que lo presionó para que se la vendiera por mucho menos de lo que valía. Finalmente el dueño accedió a venderla a ese precio más bajo si el hombre le permitía retener la propiedad de un clavo que estaba en la puerta del frente. El otro hombre dijo que sí, y concluyeron la venta. El dueño original de la casa entonces colgó un animal muerto en su clavo. Muy pronto la casa ya no se pudo habitar y tampoco se pudo vender, y el nuevo dueño se vio forzado a venderla otra vez a su dueño original por un precio todavía más bajo del que la había comprado.

Lo importante de la historia es lo siguiente: si dejamos siquiera un pequeño espacio en nuestras vidas para que el diablo cuelgue su basura, entonces arruinará nuestras vidas.

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada enhttp://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

BIBLIOGRAFÍA:

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