Comentario
Estudio de la Biblia

Lucas 9:28-43

Por Richard Niell Donovan
Traducción por Emmanuel Vargas Alavez

LUCAS 9. ¿QUIÉN ES ESTE?

Al principio de este capítulo, Herodes “estaba en duda, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos; Y otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado. Y dijo Herodes: A Juan yo degollé: ¿quién pues será éste, de quien yo oigo tales cosas? Y procuraba verle” (vv. 7-9).

La pregunta “¿Quién es éste?” es central a este evangelio en general y al capítulo 9 en particular. Jesús les pregunta a sus discípulos, “¿Quién dicen las gentes que soy?” Y ellos contestaron “Y ellos respondieron, y dijeron: Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.” Entonces, nos dice el evangelista, Jesús les preguntó “¿Y vosotros, quién decís que soy?” Y así fue que Pedro contestó “El Cristo de Dios” (vv. 18-20).

Jesús ahora les dice a sus discípulos lo que implica la respuesta de Pedro: “Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas, y sea desechado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día” (vv. 21-22). Esto responde a la pregunta de “¿Quién es éste?”, sin darle un título, sino describiendo el proceso por el que el Mesías llevará a cabo su obra.

Y, por lo tanto, el pasaje del evangelio para hoy, tenemos la respuesta más dramática a la pregunta de “¿Quién es este?” Dios dice, “¡Este es mi Hijo amado; a él oíd!” (v. 35).

LUCAS 9:28. JESÚS SUBIÓ AL MONTE A ORAR

Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. El evangelio de Marcos dice que fueron seis días después, y no estamos seguros por qué Lucas lo cambia a ocho días. Tal vez Lucas estaba uniendo la Transfiguración a la resurrección, qué ocurrió en el octavo día, el después del Sabbath (Craddock, Interpretation, 133).

El versículo 28 une la Transfiguración al pasaje precedente en que Pedro declara que Jesús es el Mesías y Jesús declara que debe sufrir y morir. Los tres sinópticos colocan la Transfiguración inmediatamente después de que Jesús hace el primer anuncio de su pasión, enfatizando que quien “padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales y sacerdotes y los escribas y que sea muerto y resucite al tercer día” (v. 22) no es una víctima al azar de la violencia, sino que en verdad es el Hijo de Dios (v. 35).

“Tomó á Pedro y á Juan y á Jacobo…” (v. 28). En la sección precedente, Jesús había estado con el grupo de discípulos más grande. Llevar a Pedro, Juan y Jacobo con él nos da una señal de que este es un evento importante. Este círculo íntimo estuvo presente en la sanidad de la hija de Jairo (8:51). Marcos 14:33 y Mateo 26:37 nos dice que estos tres fueron los discípulos que estuvieron presentes en el Getsemaní, pero Lucas solamente dice que los discípulos estuvieron ahí (22:39, 45).

Note que el orden de los nombres es diferente en Lucas que en Marcos y Mateo, que ponen a “Pedro, y á Jacobo, y á Juan” (Mt. 17:1; Mc. 9:2 y 14:33). Lucas coloca el nombre de Juan antes del de Jacobo aquí y en la historia de la hija de Jairo, tal vez porque Pedro y Juan estarán tan ligados más tarde en los escritos de Lucas (22:8; Hechos 3:1-10; 4:1-22; 8:14-25) (Culpepper, 205).

Ellos “subieron al monte á orar” (v. 28). Esta es una declaración más teológica que geográfica. Los montes eran lugares de oración, y fue en las montañas que ocurrieron importantes encuentros con Dios. No se dice qué montaña es esta, pero su nombre no es importante. El modelo para este tipo de encuentros es Moisés en el Sinaí (Ex. Capítulos 19-32).

Subieron a la montaña a orar, y grandes cosas ocurrieron. John Knox dice “Para tener ‘experiencias de montaña’ no basta con ir a la montaña; uno debe ir a la ‘montaña a orar’” (Knox, 174). Aquí tienen material para un sermón.

LUCAS 9:29-33. VIERON LA GLORIA DE JESÚS

29Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente. 30Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; 31Que aparecieron en majestad, y hablaban de su salida, la cual había de cumplir en Jerusalén. 32Y Pedro y los que estaban con él, estaban cargados de sueño: y como despertaron, vieron su majestad, y á aquellos dos varones que estaban con él. 33Y aconteció, que apartándose ellos de él, Pedro dice á Jesús: Maestro, bien es que nos quedemos aquí: y hagamos tres pabellones, uno para ti, y uno para Moisés, y uno para Elías; no sabiendo lo que se decía.

“Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente” (v. 29). Esto recuerda la historia de Moisés, que en el monte Sinaí se encontró con Dios y su apariencia era como la de un “fuego abrasador en la cumbre del monte…” (Ex. 24:17), y cuyo rostro brillaba intensamente “después que hubo con El hablado” en el monte Sinaí. Moisés tuvo que usar un velo para cubrir la brillantez de su rostro cuando estaba en la presencia de los israelitas (Ex. 34:29-35)

De hecho, hay muchos paralelos entre Éxodo 24 y el relato de la Transfiguración de Jesús. Ambos incidentes: 1) ocurren en una montaña, 2) incluyen a Moisés, 3) Dios habla desde una nube, 4) y hablan sobre la gloria del Señor. Lucas “entiende a Jesús como un nuevo Moisés” (Achtemeier, 50).

Y aun así, la gloria de Jesús “es diferente a la gloria de Moisés, que resplandecía porque había visto el rostro del Señor y reflejaba la gloria de Dios como lo haría un espejo… Lucas dice que Jesús resplandecía por sí mismo, y de esta manera lo identifica con Yahvé” (Rohr, 128).

“Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías” (v. 30). El pueblo judío era el pueblo de la Ley y los Profetas. Moisés era el gran dador de la ley, y Elías el gran profeta.

Moisés y Elías “aparecieron en majestad…” (v. 31). La gloria de Moisés y Elías no es para competir con la gloria de Jesús, que se describe con términos más grandiosos, sino solamente para confirmar el estatus de Moisés y Elías como seres celestiales. La voz de las nubes solamente se dirigirá a Jesús – no a Moisés y Elías – y solamente después de que Moisés y Elías han partido (Cousar, et. al., 178).

Moisés y Elías “hablaban de su salida, la cual había de cumplir en Jerusalén” (v. 31). Este es el único evangelio que nos dice que Moisés y Elías dialogan con Jesús. La palabra que se traduce comopartida en español, es éxodos, que provee un paralelo con Moisés, que dirigió el Éxodo de Egipto. La partida sobre la que estaban hablando era la muerte de Jesús. Tanto el Éxodo de Moisés como la muerte de Jesús son eventos de salvación, diseñados para sacar al pueblo de la esclavitud (esclavitud en Egipto por un lado, y esclavitud al pecado por el otro), y llevarla a la Tierra Prometida (la tierra de Israel por un lado, y el reino de Dios por el otro).

“Y Pedro y los que estaban con él, estaban cargados de sueño: y como despertaron, vieron su majestad, y á aquellos dos varones que estaban con él” (v. 32). Los discípulos también tuvieron un problema con el sueño en el monte de los Olivos (22:45). En ese caso, de hecho se durmieron. En este caso, parece ser que estaban medios dormidos, pero lo suficientemente despiertos para ver lo que estaba pasando. Tal vez lo somnoliento de Pedro explica el por qué de su inapropiada propuesta de hacer tres enramadas (v. 33).

“Y aconteció, que apartándose ellos de él, Pedro dice á Jesús: Maestro, bien es que nos quedemos aquí: y hagamos tres pabellones, uno para ti, y uno para Moisés, y uno para Elías; no sabiendo lo que se decía” (v. 33). ¡Pedro era un hombre de acción! ¡Sin restricciones! Esa era su fortaleza y su debilidad. En un tiempo cuando cualquier otra persona se hubiera sentado asombrada y en silencio, Pedro diría: ¿Por qué no hacemos….? Ninguno de los evangelios nos dice por qué quería construir tres enramadas. Tal vez quería prolongar el momento. Tal vez quería honrar a Moisés, Elías y Jesús. Tal vez quería ofrecer a Moisés y Elías un poco de hospitalidad. Probablemente solo quería hacer algo. ¡Un hombre de acción necesita actuar!

Sin embargo, tal vez haya otra conexión con Moisés a estas alturas. Como Moisés había dirigido a los israelitas a través del desierto, Dios también le dijo que construyera cabañas en las que el pueblo viviría por siete días para que el festival que después se conocería como la fiesta de los Tabernáculos (Lv. 23:33-43). Deberían hacer esto “para que sepan vuestros descendientes que en cabañas hice yo habitar á los hijos de Israel, cuando los saqué de la tierra de Egipto: Yo Jehová vuestro Dios” (Lv. 23:43). Esto comenzó como la fiesta por las cosechas, pero una vez que los israelitas estuvieron firmemente establecidos en la Tierra Prometida, continuaron observando esta fiesta como un continuo recordatorio de su peregrinaje por el desierto, su liberación de la esclavitud en Egipto, y la continua fidelidad de Dios para ellos.

La idea de Pedro no llegó a ningún lado. Lucas dice que Pedro “no sabía lo que decía” (v. 33), y con esto nos deja claro que Lucas consideró mala la propuesta de Pedro. Tal vez el problema fue que Pedro estaba tratando de “hacer una rutina de la presencia de la gloria de Dios”. Tal vez fue que trataría a “Jesús como igual a Moisés y Elías” (Johnson, 155-156). La voz de los cielos interrumpe de tal manera que Jesús nunca responde directamente a la sugerencia de Pedro.

LUCAS 9:34-36. ESTE ES MI HIJO AMADO; A ÉL OÍD

34Y estando él hablando esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor entrando ellos en la nube. 35Y vino una voz de la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; á él oíd. 36Y pasada aquella voz, Jesús fue hallado solo: y ellos callaron; y por aquellos días no dijeron nada á nadie de lo que habían visto.

Las nubes son el símbolo de la presencia de Dios en el Sinaí (Ex. 24:15-16; 34:5), y simboliza la presencia de Dios para estos tres discípulos. Tiempo después, en la ascensión de Jesús, “y una nube le recibió y le quitó de sus ojos” (Hechos 1:9).

Los discípulos estaban aterrorizados cuando la nube los envolvió, porque entendían a la nube como la presencia de Dios. Solamente al Sumo Sacerdote le era permitido venir a la presencia de Dios, y solamente en el día de la expiación (He. 9:7). Ver el rostro de Dios era morir (Ex. 33:20). ¡Nadie sabía lo que pasaría cuando estuvieran en la presencia de Dios! ¡Tal vez morirían! ¡Tal vez Dios los transportaría directamente al cielo en un torbellino tal como lo había hecho con Elías (2 R. 2:1-11)! Cualquiera que pudiera ser el resultado, estos hombres sintieron una terrible indignidad al estar en la presencia de Dios, insuficientemente preparados para encontrarse con su Creador, y terriblemente vulnerables para cualquier cosa que se les tuviera preparada. Era como si hubieran entrado al salón de clase solamente para ser presentados – de repente y sin ninguna advertencia – con el examen final, su verdadero Examen Final. Estaban temerosos.

“Y vino una voz de la nube, que decía: Este es mi Hijo amado…” (v. 35). Como ya se dijo arriba, a través de este capítulo, la pregunta ha sido ¿quién es este? Ahora Dios provee una respuesta definitiva: “Este es mi Hijo amado”. Esta es otra conexión con Moisés, que le había dicho al pueblo, “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios: á él oiréis” (Dt. 18:15; ver también Hechos 3:22; 7:37-53).

“…á él oíd” (v. 35). “…este mandamiento es… el prefacio para toda la enseñanza de Jesús a sus discípulos sobre la jornada a Jerusalén, una enseñanza diseñada para prepararlos para sus tareas cuando él ya no esté con ellos” (Tannehill, 16). Los discípulos no solamente no lo escucharían bien, sino que tampoco cumplirían sus tareas fielmente… sino hasta después de la resurrección.

• Fallarían para sanar a un muchacho con un demonio (9:37-43).
• Fallarían para entender las advertencias de Jesús sobre su traición (9:43-45).
• Discutirían sobre quién era el mayor (9:46-48).
• No entenderían la predicción de Jesús sobre su muerte y resurrección (18:31-34).
• Pedro negaría a Jesús (22:54-62).
• Verían a Jesús de lejos mientras era crucificado (23:49).

¡Pero Dios obtendría la victoria de cualquier manera! ¡Por sobre todo! Si Dios puede triunfar con este tipo de discípulos, entonces ¡tal vez también hay esperanza para nosotros!

“Y pasada aquella voz, Jesús fue hallado solo: y ellos callaron; y por aquellos días no dijeron nada á nadie de lo que habían visto” (v. 36). Moisés y Elías “apartándose ellos de él” (v. 33) antes de que se escuchara la voz de las nubes ya habían desaparecido. ¡El momento ya había pasado! ¡Los discípulos habían sobrevivido al encuentro con Dios! Los fuegos artificiales habían cesado. Solamente se quedaron con Jesús y el silencio. Incluso Pedro se quedó con la boca cerrada. No le dijeron a nadie lo que habían visto, y no había problema por ello. Ya habría ocasión para hablar, pero todavía no estaban completamente listos para testificar de la manera en que lo harían unas semanas después en Jerusalén (Hechos, capítulos 1-2).

LUCAS 9:37-43. APARTÁNDOSE ELLOS DEL MONTE

37Y aconteció al día siguiente, que apartándose ellos del monte, gran compañía les salió al encuentro.38Y he aquí, un hombre de la compañía clamó, diciendo: Maestro, ruégote que veas á mi hijo; que es el único que tengo: 39Y he aquí un espíritu le toma, y de repente da voces; y le despedaza y hace echar espuma, y apenas se aparta de él quebrantándole. 40Y rogué á tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron. 41Y respondiendo Jesús, dice: ¡Oh generación infiel y perversa! ¿Hasta cuándo tengo de estar con vosotros, y os sufriré? Trae tu hijo acá. 42Y como aun se acercaba, el demonio le derribó y despedazó: mas Jesús increpó al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo volvió á su padre. 43Y todos estaban atónitos de la grandeza de Dios. Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo á sus discípulos.

Vea los paralelos en Marcos 9:14-29 y Mateo 17:14-20. Marcos, el evangelio más corto, da la versión más completa de este exorcismo.

“Y aconteció al día siguiente, que apartándose ellos del monte” (v. 37). El contraste entre la cima de la montaña y la base de la montaña no puede ser más agudo. En la cima de la montaña, se encontraron en la presencia de Dios, que testificó sobre el status divino de su hijo, Jesús. En la base del monte, se encuentran confrontados por una gran multitud y un angustiado padre que ruega por su hijo, que está poseído por un demonio.

“Maestro, ruégote que veas á mi hijo; que es el único que tengo” (v. 38). No solamente es la angustia del padre debido al sufrimiento de su hijo, sino la situación es más difícil todavía por el hecho de que este es su único hijo. El linaje familiar depende de este hijo. Los padres, en su senectud, necesitarían el apoyo de su hijo. El padre ha buscado la ayuda de los discípulos de Jesús (v. 40), y de seguro también se había puesto a disposición de otros remedios potenciales. Nada había funcionado. El padre estaba desesperado, pero no se había rendido. Y pone una gran esperanza en Jesús.

“Le despedaza y hace echar espuma” (v. 39). Lucas, el médico cristiano del primer siglo, describe el problema como posesión demoníaca. Para los oídos del siglo veintiuno, los síntomas suenan como epilepsia.

“Y rogué á tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron” (v. 40). Jesús le dio a los discípulos “virtud y potestad sobre todos los demonios, y que sanasen enfermedades” (9:1). ¿Por qué tenían problemas con este demonio? Jesús contesta en el próximo versículo.

“¡Oh generación infiel y perversa!” (v. 41). Las palabras de Jesús hacen eco al reproche de Moisés a Israel, y provee un eslabón más entre Moisés y Jesús (Dt. 32:5; ver también Nm. 14:27; Is. 65:2). El reproche de Jesús dice que el fracaso de los discípulos se debe a su propia falta de fe y perversidad. De cierto, su fe ha disminuido más frecuentemente de lo que ha crecido. Cuando la tormenta amenazó su bote, Jesús preguntó “¿Qué es de vuestra fe?” (8:25). Después, sin embargo, tuvieron éxito “sanando por todas partes” (9:6). Cuando Jesús les mandó alimentar a la multitud, ellos respondieron “No tenemos más que cinco panes y dos pescados, si no vamos nosotros á comprar viandas para toda esta compañía” (9:13). Ahora también nos enteramos que han fallado para sanar a este muchacho (v. 40).

“Y como aun se acercaba, el demonio le derribó y despedazó” (v. 42). El demonio hace un desesperado intento para seguir controlando al muchacho. Estas convulsiones demuestran gráficamente el problema que el padre solamente ha descrito.

“…mas Jesús increpó al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo volvió á su padre” (v. 42). Donde otros fracasaron, Jesús triunfó. Hoy día todavía podemos ver esto. Cristo ha transformado más vidas de las que podemos contar.

“Y todos estaban atónitos de la grandeza de Dios” (v. 43). La multitud, viendo las convulsiones del muchacho, no puede sino asombrarse con el milagro de su sanidad.

HISTORIA VERDADERA:

Algunos años atrás, cuando los Bautistas del Sur estaban discutiendo sobre la inerrancia de las Escrituras, Tony Campolo hizo una presentación en su convención. Dijo: “No sé por qué se preocupan tanto por la inerrancia de la Escritura; después de que prueben de que es inerrante, de cualquier manera no van a hacer lo que dice”.

Después, comentando sobre el discurso, dijo: “¡Es cierto! Si se supone que eres pacifista, si se supone que vas a dar tu dinero al pobre; no vas a hacer todo esto. No sería mejor si estuvieran de acuerdo que la Biblia no todo el tiempo dice la verdad, y entonces tal vez cumplan algunas de estas obligaciones”.

Algunos de nosotros que no somos Bautistas, estamos tentados a complacernos demasiado en lo que dijo Campolo, imaginando que esto solamente les queda a los bautistas. La verdad es que, cuando se trata de escuchar a Jesús, en realidad no importa si somos bautistas, episcopales, presbiterianos, católicos, o lo que sea. Todos hallamos que es fácil profesar la fe, y muy difícil vivirla.

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada enhttp://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

BIBLIOGRAFÍA:

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Ringe, Sharon H., Westminster Bible Companion: Luke (Louisville: Westminster John Knox Press, 1995)

Rohr, The Good News According to Luke (NY: The Crossroad Publishing Co., 1997)

Tannehill, Robert C., Abingdon New Testament Commentaries: Luke (Nashville: Abingdon Press, 1996).

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