Comentario
Estudio de la Biblia

Lucas 1:39-55

Por Richard Niell Donovan
Traducción por Ángeles Aller

LUCAS 1. UN RETABLO

Farris caracteriza este capítulo como un retablo (un par de tableros unidos por bisagras que relevan dos cuadros relacionados) con el nacimiento de Juan Bautista en un lado y el nacimiento de Jesús en el otro. Existen paralelos entre los dos tableros como la angélica anunciación de los nacimientos (1:8-17, 26-33), el “No temáis” de los ángeles (1:13, 30), las objeciones de Zacarías y María (1:18, 34), y la respuesta de los ángeles a estas objeciones (1:19-20, 35-37). Las diferencias principales incluyen el contraste entre la incredulidad de Zacarías (1:18) y la creencia de María (1:38) – además de la superioridad de Jesús sobre Juan, demostrado por el hecho de que “un nacimiento de padres ancianos es algo inusual; un nacimiento de una virgen es imposible” (Farris, 290-291).

Lucas 1:36 identifica a Elisabet como pariente de María (griego: sungenis), pero no conocemos exactamente su relación. Generalmente pensamos de Juan como el primo de Jesús, pero eso se basa en 1:36, por lo tanto, lo que sabemos de su relación tampoco es exacto. Dada la diferencia de edad entre Elisabet y María, parece probable que Elisabet sea de una generación mayor – quizá la tía de María.

Estas historias están llenas de alusiones al Antiguo Testamento. La anunciación a Zacarías, su incredulidad, y el subsiguiente nacimiento de Juan se parecen mucho a la anunciación a Abrahán (Gen. 18:1-10), la risa de Sara (Gen. 18:11-15), y el nacimiento de Isaac (Gen. 21:1-7). El nacimiento de Juan de la estéril Elisabet se parece al nacimiento de Samuel a la estéril Ana (1 Sam. 1). La canción de María (vv. 46-55) se basa en la canción de Ana (1 Sam. 2:1-10). También hay varias alusiones a los Salmos.

LUCAS 1:39-45. BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES

39En aquellos días levantándose María, fue á la montaña con prisa, á una ciudad de Judá; 40Y entró en casa de Zacarías, y saludó á Elisabet. 41Y aconteció, que como oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, 42Y exclamó á gran voz, y dijo. Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. 43¿Y de dónde esto á mí, que la madre de mi Señor venga á mí? 44Porque he aquí, como llegó la voz de tu salutación á mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor.

“En aquellos días, levantándose María” (v. 39). María es la heroína de esta historia, pero es ella la que viaja a la casa de Zacarías y Elisabet – quizá porque el embarazo de Elisabet precedía al de María por seis meses y estaría ya en estado avanzado – quizá como gesto de honor por parte de la mujer más joven para una mujer mayor. Lo más inusual de esta visita es que una mujer embarazada, particularmente siendo soltera, se encontraría normalmente encerrada y no viajaría.

“La criatura saltó en su vientre” (v. 41). Todavía en el vientre, Juan es llenado del Espíritu Santo (1:15), y comienza su obra, preparando el camino del Señor (1:17, 76; 3:4).

“Bendita tú entre las mujeres” (v. 42). Los cuatro Evangelios establecen la superioridad de Jesús sobre Juan. En los Sinópticos, Juan anuncia la superioridad de Jesús en su bautizo (Mateo 3:11-12; Marcos 1:7-8; Lucas 3:16-17). En el Evangelio de Juan, la anunciación es parte del Prólogo (1:6-9). Lucas es el único que relata esta historia de la visita de María a Elisabet, que establece la superioridad de Jesús aún mientras los bebés están en el vientre. El Espíritu Santo llena ambos a Juan (1:15) y a Elisabet (1:41), e inspira su testimonio de Jesús.

Es sorprendente que Elisabet exprese honor por la visita de María. Es una mujer anciana en una cultura que valora a la gente de edad. María es joven, seguramente una adolescente. Por lo tanto, ella es la que debería mostrar respecto. También, María se quedó embarazada mientras era soltera, y es posible que aún no esté casada en el momento de esta visita. La típica visita de una joven soltera y embarazada a una pariente sería por el motivo de reducir la visibilidad de un embarazo vergonzoso – aunque esto no se menciona en este Evangelio. Es Elisabet, siguiendo la tradición de la antigua Sara, la que parece merecer el honor. María no ha hecho nada para merecer su honor, excepto creer que “se cumpliría lo que le fue dicho de parte del Señor” (v. 45) – ¡y con eso basta!

“Bendito el fruto de tu vientre” (v. 42). Éstas fueron las palabras de Moisés a los israelitas – la bendición, en ese caso, dependía de su obediencia a Dios (Deut. 28:4). María es obediente (1:38), y su bendición, como su bebé, crece de esa obediencia.

“La madre de mi Señor” (v. 43). El bebé es la fuente de la bendición de María. Ella será la madre del Señor.

“Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre” (v. 44). Más adelante, Juan demostrará su humildad ante Jesús igual que Elisabet demuestra humildad ahora ante María (Mateo 3:14).

“Y bienaventurada (griego: makaria) la que creyó” (v. 45). El creer de María le trae bendición. La palabra griega utilizada para bendición es la misma que se utiliza en las beatitudes (6:20-22) – una palabra que implica bendición basada en una relación correcta con Dios. María creyó, comparado con Zacarías que no creyó y, por lo tanto, se quedó mudo “hasta el día que esto sea hecho” (1:20). Durante su embarazo, Elisabet, ha vivido con un hombre que, por su incredulidad, no ha podido hablar. Ahora ella le recibe a María que si creyó y, por lo tanto, es capaz de cantar una canción alegre.

El ángel se les ha aparecido a Zacarías y a María, anunciando el nacimiento de un niño. “La segunda maravilla…sobrepasa a la primera. Juan nacerá de una pareja anciana y sin hijos, pero Jesús nacerá de una virgen… Juan será profeta, pero Jesús será el hijo de Dios” (Tannehill, 52). En el Magnificat (vv. 46-55), María reconoce la inversa. Dios, ciertamente, “levantó á los humildes” – empezando con María (v. 52).

Mientras que es un honor para María haber sido escogida como la madre del Señor, el honor viene acompañado. “Esa misma bendición será una espada que atravesará su corazón” (Barclay, 8). La mujer que mecerá a su recién nacido en un pesebre también verá a su hijo morir en un cruz.

LUCAS 1:46-55. ENGRANDECE MI ALMA AL SEÑOR

46Entonces María dijo: engrandece mi alma al Señor; 47Y mi espíritu se alegró en Dios mi Salvador, 48Porque ha mirado á la bajeza de su criada; Porque he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. 49Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Y santo es su nombre. 50Y su misericordia de generación á generación a los que le temen. 51Hizo valentía con su brazo: Esparció los soberbios del pensamiento de su corazón. 52Quitó los poderosos de los tronos, Y levantó á los humildes. 53A los hambrientos hinchó de bienes; Y á los ricos envió vacíos. 54Recibió á Israel su siervo, acordándose de la misericordia. 55Como habló á nuestros padres á Abraham y á su simiente para siempre.

La canción de María es conocida como la Magnificat por la primera palabra de la traducción latina de este versículo. Los paralelos que tienen la canción de Ana (1 Sam. 2:1-10) son bastante fuertes. La canción de Ana empezó, “Mi corazón se regocija en Jehová, mi cuerno es ensalzado en Jehová.” Ella habló de las inversas: “Los arcos de los fuertes fueron quebrados, y los flacos se ciñeron de fortaleza” y “Levanta del polvo al pobre; al menesteroso ensalza del estiércol, para asentarlo con los príncipes; Y hace que tengan por heredad asiento de honra.” En sus versículos finales, ella celebraba el hecho de que el Señor “guarda los pies de sus santos… y dará fortaleza á su Rey.” La canción de María sigue un esquema parecido.

Los paralelos serían aún más fuertes si fuera Elisabet la que cantara la canción de María. Ambas Ana y Elisabet eran estériles, y rezaban para que sus vientres se abrieran. Las dos sintieron gran alegría por sus embarazos y los nacimientos de sus hijos. Algunos eruditos han sugerido que la canción de María es la canción de Elisabet, pero hay poco que justifique esa opinión. En los mejores manuscritos, v. 46 identifica a la que habla como María, y v. 48 describe a María mejor que Elisabet.

Elisabet es una mujer vieja (1:7) y eruditos creen que Ana también era anciana. Yo no encuentro eso en las escrituras. La única prueba que tenemos de su edad es el comentario, “Y así hacía cada año” (1 Sam. 1:7). Sin embargo, esto se contradice con el hecho de que no es llamada una mujer anciana y porque “concibió, y parió tres hijos, y dos hijas” después del nacimiento de Samuel (1 Sam. 2:21).

Es digno de anotar que Zacarías, después de recuperar su voz en el nacimiento de su hijo, será llenado del Espíritu Santo y cantará su propia canción (1:68-79) – una canción con parecidos a las canciones de Ana y María. A María, sin embargo, se le concede el privilegio de la primera canción, porque ella creyó, y Zacarías no creyó. Solo será después de que la promesa es cumplida que Zacarías cantará – solo cuando puede ver por los ojos en vez de por fe.

En la primera parte de su canción, María celebra la bendición que ella ha recibido de “Dios mi Salvador” (v. 47). Un Salvador solo es importante para una persona que necesita ser salvada. Mientras que todos nosotros necesitamos ser salvados, los humildes y los hambrientos (vv. 52-53) mejor comprenden la necesidad de un Salvador. Lo más cómodos que estemos, lo menos necesitados que nos sentimos. Lo más opulentos que somos, lo más probable que busquemos felicidad en una nueva posesión o experiencia. El más éxito que tengamos, lo más probable que celebremos nuestros logros en vez de buscar la ayuda de Dios.

“Ha mirado á la bajeza de su criada” (v. 48). María es humilde en dos sentidos. Primero, tiene un espíritu humilde que se levanta, listo para responder a la llamada de Dios sin reservaciones (1:38). Segundo, ocupa un puesto humilde en la vida – una mujer en una sociedad patriarcal – una persona joven en una sociedad que venera la edad. Su hijo nacerá en este puesto humilde. Su primer hogar será un establo – su primera cuna un pesebre. De hombre, dirá de si mismo, “Las zorras tienen cuevas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recline la cabeza” (9:58).

“Porque he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Y santo es su nombre” (vv. 48-49). Como una mujer judía, María puede recordar los siglos pasados y recordar los hombres y mujeres a quienes Dios llamó a su servició. ¡Abraham y Sara! ¡Isaac y Rebeca! ¡Moisés! ¡Gideón! ¡Débora! Todos los niños conocen sus nombres e historias. Ahora, el nombre de María se unirá a los suyos. Gente la venerará por el papel lugar especial que tiene en el plan de Dios. Reyes y presidentes luchan por ser recordados bien, pero Dios alargó su mano a esta simple niña y la elevó a un lugar de grandeza. Ha puesto sobre ella un honor que no buscaba y un privilegio que nunca podría merecer. “Santo es su nombre” (v. 49).

En v. 51, la visión de María se amplía de sus propias bendiciones, hasta las bendiciones dadas a Israel (v. 54) y a “Abraham y á su simiente para siempre” (v. 55).

María celebra las inversas de Dios. “Esparció a los soberbios” (v. 51). “Quitó los poderosos de los tronos, y levantó á los humildes” (v. 52). “A los hambrientos hinchó de bienes; Y á los ricos envió vacíos” (v. 53). “Recibió á Israel su siervo” (v. 54). La selección de Dios para escoger a María como madre del Señor sirve de prueba de que estas inversiones ya han empezado. De hecho, empezaron muchos años antes cuando Dios escogió a Abraham.

Teólogos de liberación utilizan estos versículos y otros parecidos para justificar acciones violentas y revolucionarias por parte de la iglesia, pero “La Canción de María no es una llamada revolucionaria para acción humana sino una celebración de la acción de Dios” (Green, 100).

Las inversiones de Dios son buenas noticias para los aquéllos distanciados y de falta de recursos, pero no para los ricos y poderosos. La mayoría de nosotros las oye como buenas noticias, porque no nos consideramos ser ricos ni poderosos. Sin embargo, la mayor parte de la gente del Primer Mundo disfruta de un nivel de vida que parece imposiblemente rico para el resto del mundo. Vivimos en casas palaciales, no solo por el estándar del Tercer Mundo, sino también por el estándar de nuestros padres y abuelos. Conducimos coches cada vez más lujosos y grandes. Raras veces nos quedamos sin comer. Necesitamos oír el Magnificat como un aviso lanzado a través de nuestra cubierta. Nosotros podemos ser los que estamos en peligro de caer de nuestros puestos cómodos. Si somos sensibles a las necesidades de los pobres, los humildes, los desplazados, los distanciados, y al prisionero, quizá, podamos escapar del juicio de este texto.

A lo largo de la canción de María, ella describe las actividades de Dios en el tiempo pasado. “Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso” (v. 49). “Hizo valentía con su brazo” (v. 51). “Quitó los poderosos de los tronos” (v. 52). “A los hambrientos hinchó de bienes” (v. 53). “Recibió á Israel su siervo” (v. 54). Podemos atribuir su uso del tiempo pasado, en parte, al hecho de que ella está recordando siglos de la relación de Dios con Israel.

Sin embargo, el uso de María del tiempo pasado también demuestra su confianza en que la promesa de Dios es verdadera. Todavía no es la madre del niño que será grande y que será llamado el Hijo del Altísimo (1:32), pero Dios lo ha prometido y ella cree en la promesa. El autor de Hebreos define la fe como “la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven” (Heb. 11:1). María es una persona que posee este tipo de fe, y es este tipo de fe a la que Dios nos llama. Las bendiciones más ricas van a aquéllos que creen en la promesa de Dios – los que caminan en fe.

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada enhttp://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

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