PASAJE BÍBLICO

Juan 6:24-35 (Español)

RECURSOS PARA PREDICAR
Por Richard Niell Donovan
Traducción por Ángeles Aller

EXÉGESIS:

JUAN 6. INTRODUCCIÓN

Este capítulo empieza con la alimentación de los cinco mil (vv. 1-15) y continúa con Jesús caminando sobre el agua (vv. 16-21), y la multitud dándose cuenta de que Jesús se ha marchado (vv. 22-23).

JUAN 6:24-27. NO TRABAJÉIS POR COMIDA QUE PERECE

24Como vio pues la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron ellos en las navecillas, y vinieron á Capernaum buscando á Jesús. 25Y hallándole de la otra parte de la mar, dijéronle: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? 26Respondióles Jesús, y dijo; De cierto, de cierto os digo, que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os hartasteis. 27Trabajad no por la comida que perece, mas por la comida que á vida eterna permanece, la cual el Hijo del hombre os dará: porque á éste señaló el Padre, que es Dios.

En v. 1, Jesús fue “de la otra parte de la mar de Galilea” – suponiendo que es el lado este. Entonces, en v. 16, los discípulos “entrando en un barco, venían de la otra parte de la mar hacia Capernaum,” en el lado oeste. Después de remar dos o tres millas, habiendo casi cruzado el lago, Jesús camina sobre el agua para reunirse con ellos. Después de hacer esto, “el barco llegó á la tierra donde iban” (v. 21).

El próximo día la multitud descubre que Jesús y los discípulos se han ido, entonces, se suben a los botes y se van a Capernaum en busca de Jesús (v. 24). Seguramente, pocas de las cinco mil personas (o diez o veinte mil con mujeres y niños) actualmente cruzan el mar en sus botes pequeños. Versículo 24 no nos dice porque la multitud está buscando a Jesús, pero la última vez que la vimos, intentaba hacerle rey a Jesús (v. 15).

Al encontrar a Jesús, le preguntan, “Rabí, ¿cuándo llegaste acá?” (v. 25). Mucho de este Evangelio se puede comprender a dos niveles, y eso es verdad de esta pregunta también. La multitud intenta preguntar solo sobre la manera en la cual Jesús llegó hasta Capernaum, pero este Evangelio ya nos ha dicho que “aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (1:14). La encarnación es una respuesta más profunda a la pregunta de cómo Jesús llegó aquí.

Jesús ignora la pregunta y les reprende por el interés superficial que demuestran. “De cierto, de cierto os digo, que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os hartasteis” (v. 26). “En vez de ver la señal en el pan, en la señal solo vieron el pan” (Lange, citado en Morris, 317). En su jerarquía de necesidades, se enfocan en el estómago en vez del espíritu. Al alimentar a los cinco mil, Jesús satisfizo su hambre física, y ahora buscan más de lo mismo.

El cumplir con las necesidades físicas nunca pierde su atractivo. “Dios nos dará pan y peces, mejores casas, horas más cortas, salarios más altos, aparatos que nos disminuyen trabajo y añaden a nuestro descanso – éstas son cosas que merecen la pena tener, y le seguiremos a él por ellas. ¿Pero quién quiere sus regalos espirituales? ¿Qué haríamos con ellos? ¿Qué diferencia harían?” (Gossip, 563).

“Trabajad no por la comida que perece, mas por la comida que á vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará” (v. 27a). Jesús reta a la multitud que alcen la vista y vean más allá de lo físico. Antes, él dijo de si mismo, “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (4:34). Ahora reta a la muchedumbre a unirse a su viaje espiritual: Primero oímos estas palabras, “perecer” y “vida eterna” en 3:16, donde Jesús habla de amar al mundo y de dar a su Hijo “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Jesús no dice que las necesidades físicas no sean importantes. En otra parte él habla del alimento, la bebida, y la ropa, asegurándoles a sus oyentes de que “su Padre en el cielo sabe que necesitan todas estas cosas,” y prometiéndoles que, si primero buscan el reino de Dios y su virtud, “recibirán todas estas cosas también” (Mateo 6:32-33). Mucho de su ministerio terrenal se enfoca en curar las necesidades físicas de la gente. Pero ahora, pide que la gente acepte su necesidad por “la comida que á vida eterna permanece,” prometiéndoles que el Hijo del Hombre se lo dará.

La gente se dirige a Jesús como Rabí (v. 25), pero él se refiere a si mismo como “el Hijo del Hombre (v. 27).” Él podría referirse a si mismo como el Mesías, pero esa palabra crearía expectativas que él no está dispuesto a cumplir. La gente espera que el Mesías eche a los romanos y que haga Israel grande de nuevo, pero ése no es el ministerio de Jesús. La frase, Hijo del Hombre, lleva consigo menos connotaciones políticas y, en este Evangelio, “está más y más asociada…con revelaciones traídas del cielo a la tierra” (Carson, 284).

“Porque á éste señaló el Padre, que es Dios” (v. 27b). En la época de Jesús un sello autenticaba autoridad o propiedad. Un oficial usaba un anillo con un símbolo para sellar un documento con cera. Tal sello le daba al documento su estatus oficial, tal como una firma lo hace hoy día. El propietario de tal documento era recibido con el respeto debido a la persona que lo selló. Dios Padre ha puesto su sello sobre el Hijo, quien actúa como su emisario del cielo en la tierra (1:51; 3:13). Jesús no nos dice cuando esto lugar, pero lo más probable es que fuera durante su bautizo, cuando el Espíritu descendió sobre él (1:33) y una voz del cielo dijo, “Tú eres mi Hijo amado; en ti tomo contentamiento” (Marcos 1:11).

JUAN 6:28-34. ÉSTA ES LA OBRA DE DIOS, QUE CREÁIS

28Y dijéronle: ¿Qué haremos para que obremos las obras (griego: erga – plural) de Dios? 29Respondió Jesús, y díjoles: Esta es la obra (griego: ergon – singular) de Dios, que creáis en el que él ha enviado. 30Dijéronle entonces: ¿Qué señal pues haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obras? 31Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio á comer. 32Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés pan del cielo; mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. 33Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. 34Y dijéronle: Señor, danos siempre este pan.

“¿Qué haremos para obrar las obras (plural) de Dios?” (v. 28). Desde que se estableció la ley del Tora en el Monte de Sinaí (Éxodo 20 ff.) el pueblo judío ha aceptado el obedecer la ley como la manera aceptable de servir a Dios. Sin embargo, la ley del Tora es compleja, y suena como si esta multitud está pidiéndole a Jesús que les dirija hacia el corazón de la ley – de la misma manera que el joven regidor preguntará, “Maestro bueno, ¿qué haré para poseer la vida eterna?” (Lucas 18:18). Comprendiendo que la ley es compleja, no le piden a Jesús que la resuma en un mandamiento, como hará uno de los escribientes (Marcos 12:28) – aunque más adelante Jesús hará lo mismo (13:34; 15:12 – véase también Marcos 12:30-31, donde Jesús resume la ley en dos mandamientos). En vez, la multitud le pide a Jesús que identifique las obras (plural) – las leyes que son verdaderamente críticas – para que puedan enfocarse en ellas. Le están pidiendo a Jesús una guía para su fe que les ayude a navegar por el laberinto de leyes y comentarios en los cuales se centra su práctica religiosa.

En vez de dirigirles a unas cuantas leyes críticas, Jesús les aleja de la ley y les acerca a él mismo. “Esta es la obra (singular) de Dios, que creáis en el que él ha enviado” (v. 29). Mientras que la multitud parecía segura de que podían cumplir cualquier obra que Jesús identificara como crítica, el hecho es que la obediencia de la ley está repleta de fallos. Como dijo Pablo, “Porque lo que hago, no lo entiendo; ni lo que quiero, hago; antes lo que aborrezco, aquello hago” (Romanos 7:15). Nuestros espíritus están dispuestos, pero nuestra carne es débil (Marcos 14:38). Al invitar a la multitud a creer en él, Jesús les provee una alternativa accesible al trabajo Sisypeano de seguir la ley. Pablo expresó la misma idea con estas palabras: “Así que, concluimos ser el hombre justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28).

“Dijéronle entonces: ¿Qué señal pues haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obras?” (v. 30). Señales han sido parte de la vida humana desde el principio cuando Dios puso un arco en las nubes como señal de su convenio que nunca destruiría la tierra por medio de un diluvio otra vez (Génesis 9:12ff), Dios ha utilizado señales de varios tipos – símbolos o milagros que señalan más allá de si mismos hacia algo más grande. Por lo tanto, la circuncisión es señal del convenio (Génesis 17:11). El pan sin levadura de la Pascua es señal que recuerda a Israel de la salvación que Dios proveyó en Egipto (Éxodo 13:9). El sábado es señal (Éxodo 31:13, 17). Dios esperaba que los israelitas respondiesen a las señales y maravillas creyendo, pero quedó desilusionado cuando no lo hicieron (Números 14:11, 22; Deuteronomio 4:34).

El Éxodo de Egipto y los milagros que lo acompañaron fueron la señal más grade de todas (Josué 24:17). Señales particulares incluyeron la vara milagrosa de Aarón (Éxodo 7:8-13) – las varias plagas (Éxodo 7:14-12:32) – la Pascua (Éxodo 12) – columnas de nubes y fuego (Éxodo 13:17-22) – cruzar el Mar Rojo (Éxodo 14) – agua amarga hecha dulce (Éxodo 15:22-26) – maná del cielo (Éxodo 16) – y agua de una peña (Éxodo 17). Estos milagros no solo salvaron a Israel, sino que también sirvieron de señales que verificaban el liderazgo de Moisés y señalaban el amor de Dios y su provisión especial para Israel.

Pero la multitud reconoce la naturaleza radical de la invitación de Jesús y le piden que asegure que él tiene la autoridad de pedirles tal alejamiento de su práctica religiosa tradicional. Por doce siglos, han observado la ley del Tora – la ley Mosaica – la ley de Dios – como la manera de agradar a Dios y de asegurar su propia salvación. Durante siglos, sus mejores hombres han hecho un gran esfuerzo para comprender la aplicación de la ley para cada situación, y su trabajo ha sido codificado en comentario sagrado de una ley aún más sagrada. A través de la historia de Israel, Dios les ha llamado una y otra vez para observar fielmente la ley, y ha llamado a profetas para ayudarles a comprenderla.

Ahora este producto de treinta y algo años, de un padre sin distinción, y de un pueblo aún menos distinguido les sugiere que abandonen su larga alianza con la ley y que pongan sus vidas sobre él. ¡No es raro que quieran verificar su autoridad de una manera inconfundible! ¡Hacer otra cosa sería un descuido! Sin embargo, la multitud parece haberse olvidado de que Jesús acaba de verificar su conexión a Dios al alimentar los cinco mil (o más), ¡con el almuerzo de un niño!

“Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio á comer” (v. 31). Piden una señal – una obra (v. 30) – y nombran maná como el tipo de señal que esperan (v. 31). Citan la Escritura, aunque de manera imprecisa – “Pan del cielo les dio á comer” (v. 31) – una compilación de varias escrituras (Éxodo 16:4; Nehemías 9:15; Salmos 78:24; 105:40). El regalo de maná por parte de Moisés verificó su estatus de profeta. Si Jesús espera que la multitud le acepte a él como profeta tal como lo hizo con Moisés, debe darles una señal como Moisés les dio. Han visto falsos profetas ir y venir, y quieren pruebas de que Jesús no es uno de ellos.

La demanda de la multitud representa la respuesta de gente común que se ve confrontada con una situación nueva. Jesús les ha descentrado, y están intentando recobrar el equilibrio. Y entonces establecen los criterios que Jesús debe cumplir si le han de creer – y se establecen a si mismos como juez y jurado. “Muéstranos una señal, nosotros veremos, evaluaremos las pruebas, haremos conclusiones, y hasta que podremos decidirnos a creer” (Craddock, 367).

Su visión parece sorprendentemente miópica, dado que Jesús acaba de alimentar cinco mil (o los diez o veinte mil) con unos cuantos panes y peces (vv. 1-15), pero el milagro de Jesús palidece cuando se compara con el de Moisés. Jesús alimentó a unos miles en una ocasión; Moisés alimentó a la nación entera por cuarenta años. Jesús le dio a la muchedumbre pan corriente; Moisés le dio a Israel pan del cielo. La gente ha visto a Jesús hacer un milagro, pero ahora esperan más para que su milagro se iguale al de Moisés.

Hay una lección aquí para nosotros. Nosotros, también, sufrimos de miopía espiritual. Hay cosas maravillosas que pasan a nuestro alrededor todos los días, pero no las vemos. Habiéndonos acostumbrado a ellas, no las tomamos en cuenta. Como observó Martin Luther King:

“Las obras maravillosas de Dios que ocurren cada día son poco estimadas, no

porque no sean importantes, sino porque pasan tanto y sin interrupción. El hombre

está acostumbrado al milagro que Dios rige el mundo y mantiene toda creación, y

porque las cosas siguen su curso asignado cada día, parece insignificante. Ningún

hombre piensa que le merece la pena meditar sobre ello y tratarlo como una obra

maravillosa de Dios. Aún, es una maravilla más grande que Cristo alimentara a

cinco mil hombres con cinco barras de pan y que hiciera vino del agua.”

Dios alimenta a billones a diario, pero solo lo notamos cuando nos falta comida – o cuando el alimentar toma lugar bajo circunstancias dramáticas. Nosotros, también, decimos, “Danos una señal, Jesús. Haz algo espectacular, para que podamos creer en ti.” A veces, hasta que le presentamos a Jesús con pruebas triviales – “Encuéntrame un lugar para estacionar mi coche, Jesús, y después te creeré.”

Jesús le responde a la multitud, diciéndoles, “De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés pan del cielo; mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo” (vv. 32-33). Jesús marca varios puntos aquí:

• Fue Dios, no Moisés, el que les dio maná (v. 32).

• El maná no era el pan verdadero del cielo (v. 32), sino que era, “al máximo, un tipo del pan verdadero que Dios, quien en sentido único es el Padre de Jesús, ahora les da” (Smith, 153).

• No es que el Padre “dio” (tiempo pasado), pero que el Padre “da” (tiempo presente) (v. 32).

• El pan de Dios es de encarnación – que baja del cielo (v. 32). Esto concuerda con el prólogo de este Evangelio: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios… Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.” (1:1, 14).

• El pan de Dios nos da vida (v. 33). El maná sostiene la vida física, pero el pan verdadero de Dios da la vida eterna (véase 3:16).

• El alcance de dar vida es amplio e incorpora todo el mundo (v. 33; 3:16). Maná dio vida a los israelitas, pero solo provisionalmente – los israelitas del desierto habían muerto hace siglos. El pan verdadero de la vida da la vida eterna – y se la da al mundo entero – no solo a Israel.

La multitud dice, “Señor, danos siempre este pan” (v. 34). Esta respuesta se paralela a la de la mujer samaritana, que dijo, “Señor, dame esta agua” (4:15a). Ambas suenan como si le están pidiendo a Jesús un regalo espiritual, pero la mujer samaritana añadió, “para que no tenga sed, ni venga acá á sacarla” (4:15b). Su comprensión era solo superficial. Sospechamos que lo mismo es verdad de esta multitud.

JUAN 6:35. YO SOY EL PAN DE VIDA

35Y Jesús les dijo: Yo soy (griego: ego eimi) el pan de vida: el que á mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.

La multitud no comprendió cuando Jesús habló del “pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo” (v. 33), entonces, Jesús clarifica su significado. “Yo soy el pan de vida,” él dice (v. 35a).

Ésta es la primera de una serie de declaraciones de “YO SOY” (griego: ego eimi) en este Evangelio, que nos recuerdan al cuento del arbusto en llamas. Cuando Moisés le preguntó a Dios su nombre, Dios contestó, “Así dirás á los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado” (Éxodo 3:14). “Yo soy,” claro, puede ser simplemente identificación propia, pero en el Evangelio de Juan claramente significa más. Las declaraciones de “YO SOY” son:

“Ego eimi, que hablo contigo” (4:26).

“Ego eimi el pan de vida” (6:35)

“Ego eimi el pan vivo” (6:51).

“Ego eimi la luz del mundo” (8:12; 9:5).

“Antes que Abraham fuese, Ego eimi” (8:58).

“Ego eimi la puerta de las ovejas” (10:7).

“Ego eimi la puerta” (10:9).

“Ego eimi el buen pastor” (10:11).

“Ego eimi la resurrección y la vida” (11:25).

“Ego eimi el camino, la verdad, y la vida” (14:6).

“Ego eimi la vid verdadera” (15:1).

“Las frases ‘Yo soy’ forman la base del lenguaje de auto-revelación de Jesús en el Cuarto Evangelio… A través de estos símbolos comunes, Jesús declara que las necesidades religiosas y los deseos humanos se cumplen en él” (O´Day, 601).

“El que á mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (v. 35b). “Según Deuteronomio 8:3, el maná fue regalado para demostrarle a Israel que ‘uno no solo vive de pan, sino de cada palabra que viene de la boca del Señor.’ Claramente, esta declaración tiene el punto de vista del Tora… Philo establece una conexión parecida…del maná como un tipo de Sabiduría… o de los Logos… Ahora, como el que revela divinidad y el que da la vida venidera, Jesús declara que cumple y sobrepasa lo que el Tora, la Sabiduría, y los Logos hubieran significado para el judaísmo del primer siglo. Esta declaración central de la discusión se relaciona a v. 27 y v. 31. El alimento que permanece para la vida eterna y el pan del cielo se encuentran en Jesús, el pan de vida” (Lincoln, 228-229).

Los comentarios de Jesús crearon quejas entre “los judíos,” que dirán, “¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?” (v. 42). No nos debe sorprender que se quejen. “Un hombre que era solo un hombre y decía las cosas que Jesús decía no sería un buen maestro moral. O sería un loco – como el hombre que dice que es un huevo cocido – o sería el Demonio del Infierno. Tú debes elegir. O este hombre era, y es, el Hijo de Dios, o es un loco o algo peor” (C. S. Lewis, The Case for Christianity).

Pablo habla de la ofensa (griego: skandalon – punto de tropezar) de la cruz (Galatos 5:11), y la cruz es seguramente un skandalon para los que esperan que Dios se comporte a nivel de su estatura. Pero la encarnación es también un skandalon – quizás un skandalon aún mayor.

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada en http://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

BIBLIOGRAFÍA:

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Bruce, F. F., The Gospel of John (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1983).

Brueggemann, Walter; Cousar, Charles B.; Gaventa, Beverly R. and Newsome, James D., Texts for Preaching: A Lectionary Commentary Based on the NRSV–Year B (Louisville: Westminster John Knox Press, 1993)

Carson, D. A., The Pillar New Testament Commentary: The Gospel of John (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1991).

Craddock, Fred R.; Hayes, John H.; Holladay, Carl R.; and Tucker, Gene M., Preaching Through the Christian Year B (Valley Forge: Trinity Press International, 1993)

Gossip, Arthur John and Howard, Wilbert F., The Interpreter’s Bible, Volume 8 (Nashville: Abingdon, 1952)

Howard-Brook, Wes, Becoming the Children of God: John’s Gospel and Radical Discipleship (New York: Maryknoll, 1994)

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Moloney, Francis J., Sacra Pagina: The Gospel of John (Collegeville: The Liturgical Press, 1998)

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O’Day, Gail R., The New Interpreter’s Bible, Volume IX (Nashville: Abingdon, 1995)

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Smith, D. Moody, Jr., Abingdon New Testament Commentaries: John (Nashville: Abingdon, 1999)

www.sermonwriter.com

www.lectionary.org

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