PASAJE BÍBLICO

Juan 1:43-51 (Español)

RECURSOS PARA PREDICAR
Por Richard Niell Donovan
Traducción por Emmanuel Vargas Alavez

EXÉGESIS:

JUAN 1:35-51. LOS PRIMEROS DISCÍPULOS

Los versículos 35-42 nos cuentan sobre Juan el Bautista y dos de sus discípulos. Cuando Jesús va hacia Juan, este dice “He aquí el cordero de Dios” (v. 36). Como resultado del testimonio de Juan, dos de sus discípulos deciden seguir a Jesús. No tenemos el nombre de uno de estos discípulos, pero el otro es Andrés. Andrés va y le dice a su hermano, Simón Pedro, sobre Jesús.

“En estos versículos hay una alentadora revelación del tipo de personas en quien… Cristo se goza en poner sus esperanzas… Todas fueron personas comunes” (Gossip, 487).

• Sabemos poco sobre Andrés, excepto que su más grande acto como discípulo fue traer a su hermano, Simón Pedro, a Jesús (vv. 41-42); y que también llevaría a Jesús al niño que tenía los panes y los peces, y con los que después alimentaría a la multitud (6:8-9). En ambos casos, Andrés tiene un papel de “atrás de la escena”, algo así como simplemente trayendo a la gente a Jesús. Su parte fue bastante pequeña, pero su disposición para realizar esa parte fielmente tuvo un gran impacto en la fe cristiana.

• Pedro, a esas alturas de su vida, para nada es como la roca en que se convertiría.

• Felipe se muestra escéptico cuando Jesús le dice a sus discípulos que alimenten a la multitud (6:7).

• Natanael se revela como un hombre con una visión limitada (1:46).

Ninguno de los grandes ejecutivos actuales elegiría a este tipo de personas como lugartenientes; excepto si eso le asegurara rodearse de personas que no amenazarán su posición. Jesús, sin embargo, no solamente elige a personas comunes, sino que también las usará para cambiar al mundo.

JUAN 1:43-45. HEMOS HALLADO A AQUEL DE QUIEN ESCRIBIÓ MOISÉS

43El siguiente día quiso (griego = ethelesen, decidió o quiso) Jesús ir á Galilea, y halla á Felipe, al cual dijo: Sígueme. 44Y era Felipe de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. 45Felipe halló á Natanael, y dícele: Hemos hallado á aquel de quien escribió Moisés en la ley, y los profetas: á Jesús, el hijo de José, de Nazarea.

Jesús encuentra a Felipe, que es de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. Esto parece contradecir a Marcos 1:29, que dice que Jesús entró en la casa de Simón y Andrés en Capernaúm. Existen varios intentos para tratar de armonizar estos pasajes, ninguno de ellos verdaderamente convincentes.

Betsaida está en la orilla norte del mar de Galilea, cerca de Decápolis, la región de las diez ciudades griegas que están al este del río Jordán. Esto puede explicar los nombres griegos de Felipe y Andrés. Más tarde, cuando un grupo de griegos quiere ver a Jesús, le pedirán a Felipe y Andrés que los introduzca (12:20-22).

De la misma manera en que Andrés le dio testimonio a Pedro (vv. 41-42), Felipe le da testimonio a Natanael (v. 45). Le dice “Hemos hallado á aquel de quien escribió Moisés en la ley, y los profetas” (v. 45). La verdad, sin embargo, es que Jesús encontró a Felipe más bien que al revés (v. 43). Es claro que solamente tenemos parte de la historia. Algo se transmitía que convenció a Felipe de que Jesús era el que describían Moisés y los profetas.

Felipe entonces identifica a Jesús como “el hijo de José, de Nazarea” (v. 45). Parece algo anti-climático identificar primero a Jesús como el cumplimiento de la Escritura y después mencionar a José de Nazarea. El contexto deja claro que Jesús es nominalmente el hijo de José. La gran verdad es que es el Hijo de Dios (1:14, 18).

Sabemos poco sobre Natanael. Solamente aparece aquí y en Juan 21:2, donde se nos dice que es de Caná. Su nombre no aparece en los evangelios sinópticos, o en las listas de los apóstoles. Algunos han sugerido que Natanael es otro nombre para Bartolomé, principalmente porque el nombre de Bartolomé sigue al de Felipe en las listas de los apóstoles (Mateo 10:3; Marcos 3:18; Lucas 6:14). Esa explicación, sin embargo, no es necesaria a menos que insistamos en hacer de Natanael un apóstol.

El testimonio sobre Jesús que comenzó con Juan el Bautista continúa con Andrés y Felipe. El testimonio de Juan creó una pequeña ola que se hizo más grande con cada sucesivo discípulo. El testimonio de Juan trajo dos discípulos, uno fue Andrés. El testimonio de Andrés trajo a Pedro. El testimonio de Felipe a Natanael. El resultado no es una gran marejada de fe, sino una serie de pequeñas olas que el mundo ignorará. Las pequeñas olas, sin embargo, estaban fortalecidas por el Espíritu Santo, y a través del tiempo llegaron a todas partes del mundo.

JUAN 1:46. ¿DE NAZAREA PUEDE HABER ALGO BUENO?

46Y díjole Natanael: ¿De Nazarea puede haber algo de bueno? Dícele Felipe: Ven y ve.

El comentario de Natanael probablemente refleja una rivalidad entre pequeños pueblos. Caná y Nazarea solamente están separados por unos cuantos kilómetros, y los jóvenes están poco dispuestos a pensar bien de otros, especialmente si son los jóvenes de un pueblo rival. El comentario de Natanael “también provee el primero de los cumplimientos del evangelio (1:10-11, ‘y los suyos no le recibieron’)” (Brueggemann, 112).

Aquí tenemos una ironía. Por un lado, Jesús es de Nazarea, “pero la historia Juanina insiste en que el creyente vea más allá de los orígenes históricos” (Moloney, 55). Jesús sólo es accidentalmente de Nazarea, más esencialmente es de Dios (1:1-2, 14).

Felipe no discute con Natanael, sino que le responde con una invitación: “Ven y ve”. Hay que aprender de Felipe. “No mucha gente ha entrado al cristianismo discutiendo… La única manera de convencer a alguien de la supremacía de Cristo es enfrentarlo con Cristo mismo” (Barclay, 76). Argumentos ontológicos y cosmológicos nunca tienen tanto efecto como nuestro testimonio personal y nuestra invitación para “Venir y ver”.

JUAN 1:47-49. RABÍ, TÚ ERES EL HIJO DE DIOS

47Jesús vio venir á sí á Natanael, y dijo de él: He aquí un verdadero Israelita, en el cual no hay engaño. 48Dícele Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús, y díjole: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera te vi. 49Respondió Natanael, y díjole: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.

A diferencia de algunos en este evangelio que claman ver pero que en realidad están ciegos (9:40-41), Natanael acepta la invitación de ver a Jesús. Al igual que Jesús tomó la iniciativa para encontrar a Felipe (v. 43), así él toma la iniciativa aquí cuando ve a Natanael acercarse y le dice “He aquí un verdadero Israelita, en el cual no hay engaño”. Una vez más, no es el discípulo quien encuentra a Jesús, sino Jesús quien encuentra al discípulo.

No sabemos qué es lo que motiva el comentario de Jesús sobre Natanael, pero obviamente él sabe más sobre Natanael de lo que se esperaba que supiera. “En el cuarto evangelio, Jesús frecuentemente sabe cosas todavía no conocidas por otros (por ejemplo, ver 2:24; 6:6), cosas que normalmente son inaccesibles para los seres humanos. Esta situación particular tiene un paralelo en la historia de la mujer samaritana, que se da cuenta de que Jesús misteriosamente sabe su historia marital” (Brueggemann, 113).

“He aquí un verdadero Israelita, en el cual no hay engaño”. Los estudiosos han propuesto varias interpretaciones para este versículo, pero la más acertada nos lleva a Génesis 27:35, donde Isaac le dice a Esaú “Vino tu hermano con engaño, y tomó tu bendición”. El hermano, Jacob, más tarde sería conocido como Israel (Génesis 32:28). “Aunque algo oscuras, estas palabras de Jesús hacen eco a la esperanza profética de que con el tiempo el pueblo de Dios vivirá en esa inocencia característica a quienes Dios les ha dado su Torá y sus promesas” (Klein, 487).

Natanael pregunta de dónde lo conoce Jesús, y este responde, “cuando estabas debajo de la higuera, te vi” (v. 48). Esto es claramente un poder sobrenatural, porque Jesús no estaba presente cuando Felipe llamó a Natanael. Existe un antecedente del Antiguo Testamento para ese conocimiento sobrenatural: la habilidad de Eliseo para advertir al rey de Israel los planes secretos del enemigo (2 Reyes 6:8-12). Jesús, sin embargo, “tiene un discernimiento que supera al de los profetas, él es el Revelador a quien y a través de quien Dios se comunica” (Beasley-Murray, 27).

Al igual que fuimos sorprendidos por la entusiasta declaración de Jesús sobre Natanael (v. 47), ahora somos sorprendidos por la entusiasta declaración de Natanael sobre Jesús. “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (v. 49). “La confesión de fe de Natanael… parece demasiado elaborada, demasiado grande, como para que brotara espontáneamente por las palabras que Jesús le dijera. Claramente, Natanael es el vocero de la fe de la comunidad. De hecho, como un ‘verdadero israelita’, Natanael… puede ser el paradigma del Israel creyente, aquellos dentro del judaísmo que aceptaron a Jesús como Mesías. Esta perspectiva es apoyada al identificar a Jesús con Jacob (que después es Israel) en Betel (Génesis 28:12)” (Craddock, 81).

Un poco antes, Andrés identificó a Jesús como el Mesías (v. 41). Ahora Natanael identifica a Jesús con tres títulos adicionales: Rabí, Hijo de Dios, y Rey de Israel:

• El primer título – Rabí – es honorable pero muy común. Hay muchos rabinos.

• Natanael probablemente intenta el segundo – Hijo de Dios – como un título mesiánico, y como tal no necesariamente implica divinidad. Los judíos esperaban que el Mesías fuera un hombre como David – rey y guerrero – que podía salvar a Israel de sus enemigos, y no una deidad que salvaría al mundo de sus pecados. Sin embargo, el autor de este evangelio ha dejado claro en el prólogo que Jesús es, en verdad, Dios (1:1, 14). Si Natanael todavía no entiende esto – y parece que no – Dios lo usa para proclamar una verdad más grande de la que puede entender.

• El tercero de los títulos – Rey de Israel – también es un título mesiánico, y como el Hijo de Dios, contiene una verdad que supera al entendimiento de Natanael. “Cuando Jesús entra a Jerusalén, será aclamado como rey (xii 12-19), pero mostrará que no es un rey en el sentido nacionalista del término. Su reino no pertenece a este mundo (xviii 36); y sus súbditos no son judíos sino creyentes” (Brown, 87).

Es interesante que, tanto al principio como al final de este evangelio, Jesús se revele a sí mismo a los escépticos que responden con atrevidas declaraciones de fe. El incrédulo Tomás responderá a la invitación de Jesús de tocar sus heridas diciendo ‘¡Señor mío, y Dios mío!’” (20:28).

JUAN 1:50-51. VERÉIS EL CIELO ABIERTO

50Respondió Jesús y díjole: ¿Porque te dije, te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que éstas verás (griego = opse, verás, en singular). 51Y dícele: De cierto, de cierto os digo (griego = amen, amen, en verdad, en verdad): De aquí adelante veréis (griego = posesthe, verán, en plural) el cielo abierto, y los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre.

“Cosas mayores que éstas verás” (v. 50). Nosotros diríamos, “¡No has visto nada todavía!” La mayoría de los estudiosos creen que la historia original termina con el versículo 50, porque así nos introduce naturalmente a la historia del primer milagro de Jesús en Caná (2:1-11). Ese milagro será la primera de las señales de Jesús, la primera de “las cosas mayores” que revelarán la gloria de Jesús y ayudará a otros discípulos a creer (2:10). Su fe continuará desarrollándose cuando Jesús va revelando otras señales a través de su ministerio, pero será frustrada en la cruz. La resurrección y la ascensión serán las más mayores de las “mayores cosas” que los discípulos verán, y solamente será hasta después de ver al Señor resucitado/ascendido que los discípulos comprenderán totalmente y creerán totalmente.

Las palabras introductorias de Jesús, amen, amen, “de cierto, de cierto” o “en verdad”, son distintivas a este evangelio; porque en los Sinópticos Jesús solamente usa un solo amen (Mateo 5:26; 6:2, 5, 16, etc.). Estas palabras tienen la intención de enfatizar la verdad de las palabras que siguen. Jesús habla con la verdad, porque él es la Palabra de Dios (1:1-18).

En el versículo 50 se usa el un pronombre en singular (cuando se dirige a Natanael), pero en el versículo 51 se usa uno plural, porque se está hablando al grupo de discípulos, y posiblemente con la intención de incluir a los lectores del evangelio, y a la iglesia, a nosotros. Este cambio del singular al plural es una de las razones por las que los estudiosos creen que el versículo 51 fue añadido después. Una segunda razón es que el versículo 50 introduce de forma más natural la historia de Caná.

“Veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre” (v. 51). Los cielos abiertos permiten que la revelación de Dios (la Palabra de Dios, 1:1) se derrame sobre la tierra. Aunque este evangelio no incluye la historia completa del bautismo de Jesús, Juan ya ha testificado “vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y reposó sobre él” (1:32), que es una ocasión en que los cielos se abrieron.

Las imágenes nos llevan hasta la historia de Jacobo, “Y soñó, y he aquí una escala que estaba apoyada en tierra, y su cabeza tocaba en el cielo: y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella” (Génesis 28:12). En esa historia, el todavía no-tan-honorable Jacobo estaba huyendo de su hermano, Esaú, a quien le había robado la bendición de su padre (Génesis 27:35). Se detuvo en “un lugar” (Génesis 28:11) – un lugar cuya importancia todavía es desconocida – para dormir.

Ahí, Jacobo soñó la escalera y los ángeles, y escuchó la voz de Dios renovar el pacto que había hecho antes con Abraham (Génesis 12:1-3). Dios prometió darle a Jacobo la tierra en que habitaría y bendeciría a todas las familias de la tierra “en ti y tu simiente” (Génesis 28:14). Jacobo respondió dándole el nombre de Bet-el – casa de Dios – “puerta del cielo” (Génesis 28:17). Después, Dios cambió el nombre de Jacobo a Israel, “porque has peleado con Dios y con los hombres, y has vencido” (Génesis 32:28). “A partir de aquí y en adelante, la jornada de Jacobo está llena con un nuevo sentido de vocación, porque ahora lleva una promesa” (Fretheim, 524). Esta es una sorprendente historia, dado el dudoso carácter de Jacobo, pero revela la capacidad de Dios para dar una revelación y realizar un pacto incluso con aquellos que son indignos. Esas son Buenas Nuevas, porque, a final de cuentas, todos somos indignos.

Ahora Jesús dice que los ángeles ya no van a subir y descender sobre una escalera sino sobre el Hijo del Hombre. “El Hijo del Hombre que presenta Juan… es el hombre de Dios, al igual que el Jacob de la escalera fue el hombre que se convirtió en ‘Israel’ y le dio el nombre a su pueblo” (Sloyan, 25). “Detrás de este uso del texto de Génesis está la creencia de que este nuevo lugar de revelación ha superado al viejo… Ahora está este nuevo lugar de revelación, el Hijo del Hombre, que es Jesús” (Smith, 78).

Este versículo tiene una misteriosa cualidad. ¿Acaso Jesús está identificando a Natanael como un nuevo Jacob/Israel? ¿Está sugiriendo que Natanael verá cosas maravillosas y se convertirá en un canal especial de bendición? Si este es el caso, el Nuevo Testamento seguramente nos dirá el resto de la historia de Natanael, pero en realidad nos dice muy poco sobre él. El nombre de Natanael es mencionado solamente una vez más, y es después de la resurrección. Jesús se revelará a Natanael y un puñado de otros discípulos a la orilla del mar de Tiberias (21:2). Tal vez es esa ocasión la que cumple la promesa de Jesús a Natanael de que vería “cosas mayores que estas” (v. 50). En verdad, él vería al Cristo resucitado.

Pero tal vez algo más está pasando en este versículo. La persona a que Jesús se dirige en el versículo 51 es un pronombre plural, sugiriendo que Jesús le está hablando a un grupo más grande de discípulos – tal vez, a través de este evangelio, incluso a toda la iglesia, al nuevo Israel, al pueblo de Dios – el nuevo pueblo de la bendición. Igual que Dios ha abierto los cielos para revelarle a Jacob una maravillosa conexión entre el cielo y la tierra, ahora Dios abre los cielos para revelar al Hijo del Hombre, que completa la obra de unir al cielo y la tierra para la iglesia. Ciertamente, la iglesia ha visto muchas grandes cosas a través de la obra de Cristo: enfermos sanados, matrimonios salvados, vidas transformadas. Si nos permitimos apreciar la calidad poética de las palabras de Jesús, en verdad hemos visto “el cielo abierto, y los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre” (v. 51).

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada en http://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

BIBLIOGRAFÍA:

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Brueggemann, Walter; Cousar, Charles B.; Gaventa, Beverly R. and Newsome, James D., Texts for Preaching: A Lectionary Commentary Based on the NRSV––Year B (Louisville: Westminster John Knox Press, 1993)

Craddock, Fred R.; Hayes, John H.; Holladay, Carl R.; and Tucker, Gene M., Preaching Through the Christian Year B (Valley Forge: Trinity Press International, 1993)

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Klein, Leonard R. in Van Harn, Roger (ed.), The Lectionary Commentary: Theological Exegesis for Sunday’s Text. The Third Readings: The Gospels (Grand Rapids: Eerdmans, 2001)

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Smith, D. Moody, Jr., Abingdon New Testament Commentaries: John (Nashville: Abingdon, 1999)

Copyright 2003, 2010, Richard Niell Donovan