PASAJE BÍBLICO

Juan 14:23-29 (Español)

RECURSOS PARA PREDICAR
Por Richard Niell Donovan
Traducción por Ángeles Aller

EXÉGESIS:

JUAN 14:1-31. EL CONTEXTO

La muerte de Jesús es inminente, pero él se preocupa por sus discípulos en vez de por si mismo. Les asegura a los discípulos que no les abandonará, y les promete la paz. No solo ofrece esperanza a sus discípulos más cercanos, pero también a todos los que le aman y guardan su palabra (v. 23).

Versículo 23 parece un lugar extraño para comenzar. En versículo 22 (no incluido en esta lección del Evangelio), Judas pregunta, “Señor, ¿qué hay porque te hayas de manifestar á nosotros, y no al mundo?” El autor tiene cuidado de informarnos que éste no es Judas Iscariote, sino otro Judas – quizá Judas, hijo de Santiago (Lucas 6:16; Hechos 1:13) pero no sabemos por seguro.

Nuestra lección del Evangelio comienza con la respuesta oblicua de Jesús a la pregunta de Judas. “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos á él, y haremos con él morada.”

En versículo 18, Jesús dice, “No os dejaré huérfanos.” Jesús regresará al Padre (v. 28), pero no al coste de sus discípulos. Proveerá para ellos, en el presente y en el futuro, a través del Espíritu. De nuevo, esto nos trae paz porque no hemos sido abandonados.

JUAN 14:23-24. EL QUE ME AMA, MI PALABRA GUARDARÁ

23Respondió Jesús, y díjole: El que me ama, mi palabra (griego: logon) guardará; y mi Padre le amará, y vendremos á él, y haremos con él morada (griego: monen). 24El que no me ama, no guarda mis palabras: y la palabra que habéis oído, no es mía, sino del Padre que me envió.

“El que me ama, mi palabra” (griego: logon – de logos) (v. 23a). Este Evangelio empieza con la proclamación, “En el principio era el Verbo (logos), y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios (1:1).

• Jesús es el logos, o la fiel expresión, de Dios. El logos que trae no es creación de Jesús, “sino del Padre que me envió” (v. 24).

• Jesús pide que guardemos su palabra, y así mostrar nuestro amor. Igual que él refleja la imagen de Dios, obedeciendo fielmente su voluntad, así también Jesús nos pide que reflejemos su imagen, obedeciendo su voluntad.

Amor es el centro de la palabra de Jesús. Acaba de darles un nuevo mandamiento a sus discípulos, “Que os améis unos á otros: como os he amado, que también os améis los unos á los otros” (13:34; véase también 14:15; 15:12). Guardar la palabra de Jesús significa, al mínimo, amarse uno a otro.

En los Evangelios Sinópticos, Jesús identifica dos grandes mandamientos – amar a Dios y amar al prójimo (Mateo 22:36-40; Marcos 12:28:31), pero en este Evangelio el único mandamiento es amarse uno al otro.

“vendremos á él, y haremos con él morada” (monen) (v. 23b). La palabra griega traducida como morada es monen. En versículo 2, Jesús prometió a los discípulos un hogar en el cielo, “En la casa de mi Padre muchas moradas (viviendas o habitaciones) hay: de otra manera os lo hubiera dicho: voy, pues, á preparar lugar para vosotros.” En versículo 23, promete que el Padre y el Hijo harán su morada con nosotros en el lugar donde estemos. Por lo tanto, sea en el cielo o en la tierra, Dios está con nosotros. Como Pablo dice, “ó que vivamos, ó que muramos, del Señor somos” (Romanos 14:8).

La promesa que Dios hace de morar en el lugar de su pueblo tiene raíces en el Antiguo Testamento (1 Reyes 8:27; Ezequiel 37:27; Zacarías 2:10), y es representada visualmente por medio del tabernáculo y el templo. Aunque fueran edificios hechos por manos humanas (2 Corintios 5:1) eran, no obstante, más sagrados de lo que se podría medir, porque Dios moraba allí en el Sagrado de los Sagrados. Acceso al Sagrado de los Sagrados solo se le permite al sumo sacerdote y solo una vez al año, el Día de Expiación. Al morir Jesús, el velo que guardaba el Sagrado de los Sagrados se rompe en dos, de alto a bajo (Mateo 27:51; Marcos 15:38; Lucas 23:45), señalando que todo el pueblo de Dios, y no solo el alto sacerdote, tiene pleno acceso a la presencia de Dios.

En el Nuevo Testamento, Jesús habla de si mismo como un templo (Mateo 12:6; Juan 2:19). Pablo habla de cristianos siendo el templo de Dios (1 Corintios 3:16; 6:19; 2 Corintios 6:16). En este versículo, Jesús promete que ambos él y el Padre “vendremos á él (el que me ama, mi palabra guardará), y haremos con él morada.” Como el Padre moró en el tabernáculo y en el templo, así también el Padre y el Hijo moran en nosotros.

Decimos, “el hogar es donde se encuentra el corazón,” para decir que el hogar es el lugar donde vivimos con nuestros seres queridos, un lugar donde amamos y somos amados. El hogar es donde se nos conoce mejor y se nos ama de todos modos. En versículos 2 y 23, Jesús nos promete un lugar donde amamos y somos amados, ambos aquí y en el cielo. Es una gran promesa. El hogar es donde estamos con el Señor – estamos con el Señor ahora – y estaremos con el Señor siempre.

Jesús hace esta promesa a la iglesia, la comunidad de fe, en vez de a individuos. “Todos los pronombres personales en estos versículos (12-24) están en la segunda persona del plural, no el singular” (O’Day, 749). En una edad que glorifica al individuo, esto es importante. Estamos tentados a celebrar la espiritualidad individual y disminuir la importancia del papel de la iglesia. Sin embargo, la iglesia es el cuerpo de Cristo, la agencia por la cual Dios escoge dispensar bendiciones y guardar promesas. No podemos honrar la cabeza (Cristo) si despreciamos el cuerpo (la iglesia). Cipriano dijo, “Quien no tenga la iglesia de madre no podrá tener a Dios de padre.” Sus palabras pueden parecer un poco duras, pero solo un poco.

“El que no me ama, no guarda mis palabras: y la palabra que habéis oído, no es mía, sino del Padre que me envió” (v. 24). Si es verdad que los que aman a Jesús guardarán su palabra, lo contrario también es verdad. Los que no aman a Jesús no guardarán su palabra – no obedecerán este nuevo mandamiento – no se amarán uno a otro. Éste es “un principio práctico que distingue los de dentro de los de fuera… Más adelante, en 1 Juan, se utilizará mucho este principio cuando la comunidad se encuentra dividida a causa de disensión interna entre los que guardan y los que no guardan las palabras de Jesús (por ejemplo, 1 Juan 2:4-5). El principio es tan importante que Jesús enfatiza el hecho que no es su propia palabra la que ‘vosotros (plural) oís,’ sino la palabra ‘del Padre que me envió’” (Howard-Brook, 323).

JUAN 14:25-26. EL CONSOLADOR OS ENSEÑARÁ TODAS LAS COSAS

25Estas cosas os he hablado estando con vosotros. 26Mas el Consolador (griego: parakletos), el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho.

“Estas cosas os he hablado estando con vosotros” (v. 25). Imagine que va a tomar un largo viaje y que tiene que explicar a sus hijos o colegas lo que necesitan hacer durante su ausencia. Puede sentir que sus labios se mueven y que dice las palabras adecuadas, pero es difícil imaginar que sus oyentes verdaderamente comprenden la importancia de sus instrucciones. Solo más tarde, después que hayan hecho el trabajo sin su ayuda, comprenderán por completo. Está claro para Jesús que los discípulos no comprenden, pero lo dice de todos modos. Más tarde, ellos recordarán sus palabras, y el Espíritu Santo les enseñará y recordará todo lo que Jesús les ha dicho.

“Mas el Consolador (parakletos), el Espíritu Santo” (v. 26). Jesús asegura a los discípulos que no les abandonará. La palabra, parakletos se puede traducir de varias maneras: Abogado, Consolador, Consejero, o Ayudante, y describe un Espíritu que permanece siempre a nuestro lado (v. 16) para representarnos, defendernos, abogar por nuestro caso, traer paz, o proveer consejos según los necesitemos. No como los abogados defensores de hoy, que no son responsables de revelar verdades sino de asegurar un veredicto favorable para su cliente, el parakletos que Jesús presenta aquí es “el Espíritu de verdad” (v. 17). Barclay dice, “un parakletos siempre es uno llamado para ayudar cuando la persona que le llama está en peligro o en estado de duda o desconcierto” (Barclay, 194). El Paracleto nos trae paz, porque sabemos que nuestro Abogado, Consolador, Consejero, y Ayudante siempre está con nosotros.

“al cual el Padre enviará en mi nombre” (v. 26). “El Padre nunca es enviado; es el que envía ambos al Hijo y al Espíritu. El Espíritu nunca envía; sino que es enviado por el Padre y el Hijo. Solo Jesús es quien envía y es enviado; es enviado por el Padre, y envía el Espíritu y los discípulos” (Kostenberger, 442).

El Paracleto/Espíritu Santo “os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho” (v. 26). Jesús ha enseñado mucho a los discípulos, pero ellos solo comprenderán después de la resurrección. Entonces el Paracleto, el Espíritu Santo, les ayudará a recordar las enseñanzas de Cristo y a interpretar esas enseñanzas según la situación que se presente. El Paracleto, que está a su lado día y noche, clarificará todo. “Esto no significa que hará nuevas revelaciones, sino que les recordará a los discípulos todas las cosas que Jesús les había enseñado” (Morris, 583).

Aún hoy, esta palabra nos alienta. El Paracleto, el Espíritu Santo, está a nuestro lado para guiarnos. Si le seguimos, el Espíritu nos lleva a la verdad. Si obedecemos, el Espíritu nos lleva a la vida. Pero estas bendiciones no son automáticas. Debemos seguir; debemos obedecer.

JUAN 14:27-29. LA PAZ OS DEJO

27La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da, yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. 28Habéis oído cómo yo os he dicho: Voy, y vengo á vosotros. Si me amaseis, ciertamente os gozaríais, porque he dicho que voy al Padre: porque el Padre mayor es que yo. 29Y ahora os lo he dicho antes que se haga; para que cuando se hiciere, creáis.

“La paz os dejo, mi paz os doy” (v. 27a). Este es el último testamento de Jesús. “Tenía poco que dejar. Hasta sus ropas pronto serían propiedad de soldados durante la crucifixión. Pero había una cosa que sí podía dejar – La paz os dejo, mi paz os doy – un regalo verdaderamente poderoso” (Gossip, 713).

Como Jesús revelará en el próximo capítulo, también dejará a sus discípulos el amor (15:9-10) y la alegría (15:11). “Cuando recordamos que amor, alegría y paz son las primeras tres gracias del fruto del Espíritu en Galatos 5:22, podemos preguntarnos si estos tres no formaban una triada en antiguo pensamiento cristiano, algo comparable a la fe, la esperanza, y el amor” (Bruce, 305).

“no como el mundo la da, yo os la doy” (v. 27b). En ese momento, el mundo disfruta de un tipo de paz – la pax Romana – paz romana. No obstante, la pax Romana fue fundada a base de fuerza militar romana, por medio de tasación romana, y mantenida por soldados romanos. Se trata de dominación en vez de paz. Mucha gente bajo poder romano bromea y quiere expulsar a romanos que ocupan sus alrededores, pero Roma tiene el poder de quebrantar la rebelión – y utiliza su poder sin piedad.

En contraste, Cristo ofrece la paz verdadera. La podemos ver en la vida de aquéllos que han confiado sus vidas a Cristo. Envidiamos su tranquila fuerza. Su credo es, “Si Dios por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31) – y tienen paz.

Pero Jesús no ofrece “una excepción a la inquietud, el peligro, o el encierro (todos de los cuales él confronta al hablar)” (Kostenberger, 444).

“Si me amaseis” (v. 28b). Esta frase implica que no aman a Jesús – por lo menos no lo suficiente para que estén preocupados por su bienestar en vez de por el suyo propio.

“os gozaríais, porque he dicho que voy al Padre” (v. 28c). Jesús ha terminado su misión en la tierra, y ahora regresa a la gloria que es su herencia natural. Cualquiera que le ama verdaderamente regocijará en su regreso a la gloria.

“porque el Padre mayor es que yo” (v. 28c). Arios convertirá esto en herejía, negando la deidad de Jesús, pero esto no confunde a nadie que haya leído Filipenses. “Cristo Jesús… se anonadó á sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante á los hombres” (Filipenses 2:5-7). Cristo acepta las limitaciones que le impone su humanidad. El Padre, que no se encuentra bajo estas limitaciones, es mayor que Jesús encarnado.

Sin embargo, la inigualdad es temporánea. En su oración de Alto Sacerdocio, Jesús rezará, “Ahora pues, Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella gloria que tuve cerca de ti antes que el mundo fuese” (17:5). Pablo nos asegura que esta oración fue contestada. “Por lo cual Dios también le ensalzó á lo sumo, y dióle un nombre que es sobre todo nombre; Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y de los que en la tierra, y de los que debajo de la tierra; Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, á la gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:9-11). En este Evangelio, la glorificación de Jesús toma lugar a través de su muerte, resurrección, y ascensión, culminando con su regreso a la gloria de donde vino.

“Y ahora os lo he dicho antes que se haga; para que cuando se hiciere, creáis” (v. 29). “Finalmente, en versículo 29, Judas recibe la ‘respuesta’ a la pregunta de versículo 22” (Howard-Brook, 327). Con las instrucciones que preceden su muerte, Jesús se revela a si mismo a los discípulos y no al mundo. Los discípulos no apreciarán por completo la importancia de las palabras de Jesús hasta que tomen lugar las cosas de que les ha hablado. Jesús prepara el camino para que, una vez se desenlacen los eventos de que ha hablado, los discípulos puedan creer.

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada en http://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

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