Comentario
Estudio de la Biblia

Isaías 64:1-9

Por Richard Niell Donovan
Traducción por Ángeles Aller

 

EXÉGESIS:

ISAÍAS 63:7 – 64:12. EL CONTEXTO

Se considera que los hechos que aparecen en Isaías 56-66 ocurrieron después del exilio – después de que Ciro de Persia les diera a los exiliados judíos permiso para regresar a Jerusalén y reconstruir el templo.

Isaías 63:7 – 64:12 es una larga oración de lamento. ¿Por qué lamentación? ¿No les ha liberado Dios de su servidumbre en Babilonia? ¿No ha levantado Dios milagrosamente a Ciro de Persia, que no solo les permitió volver a Jerusalén, sino que también les dio los recursos que necesitaban para el viaje y para reconstruir el templo?

Pero su regreso ha sido doloroso. La ciudad y el templo se encontraban en ruinas, y sus vecinos han dificultado la reconstrucción. Divisiones internas han impedido el progreso. En Jerusalén no todo era color de rosa.

Esta oración de lamentación empieza por recontar “las misericordias de Jehová” (63:7). El profeta habla de “todo lo que Jehová nos ha dado” (63:7) y “en su amor y en su clemencia los redimió” (63:9).

Entonces menciona su rebelión, que causó que Dios “se les [volviera] enemigo” (63:10).

El tono cambia de nuevo al preguntar, “¿Dónde está el que les sacó de la mar?” (63:11a) y “¿dónde el que puso en medio de él su espíritu santo?” (63:11b). El profeta termina esta sección con el comentario, “así pastoreaste tu pueblo, para hacerte nombre glorioso” (63:14).

Esta primera fase de la oración parece querer “ablandar a Dios.” Está diseñada (1) para recordarle a Dios de todas las cosas maravillosas que ha hecho en el pasado, (2) para que la oración pueda contrastar el comportamiento excelente de Dios en el pasado con su no tan excelente comportamiento del presente, y (3) con la esperanza que Dios recuerde su previo buen comportamiento y se motive a repetirlo ahora.

Entonces la oración adopta un tono de súplica, preguntando, “¿dónde está tu celo, y tu fortaleza, la conmoción de tus entrañas y de tus miseraciones para conmigo?” (63:15). El profeta le recuerda a Dios que él es su padre (63:16).

Entonces (sorprendentemente) la oración continúa, “¿Por qué, oh Jehová, nos has hecho errar de tus caminos, y endureciste nuestro corazón á tu temor?” (63:17).

¿Perdón? ¿Quién se reveló? Pensé que fue Israel. ¿Quién fue que salió por la puerta? ¡Israel! ¿Cómo es que la infidelidad de Israel ahora se convierte en la culpa de Dios?

Pero el profeta no está haciendo una lista de datos, sino que está tratando de liberar su corazón del dolor que siente. También está tratando de encontrar las palabras para convencer a Yahvé de que vuelva con Israel (63:17b) – que la salve – que le haga la vida más fácil.

El que ofrece la oración termina capítulo 63 diciendo, “Hemos venido á ser como aquellos de quienes nunca te enseñoreaste, sobre los cuales nunca fue llamado tu nombre” (63:19) – ésta es otra manera de decir algo como “lamentamos decirle que nuestra relación con Usted no ha rendido ningún beneficio últimamente. Esto nos ha desanimado mucho. Por favor actúe inmediatamente para remediar esta desafortunada situación.”

De nuevo, la oración llama la atención a la relación poco satisfactoria que hay entre Israel y Dios, y enfatiza el aprieto de los israelitas con la esperanza de motivar a Dios para que salve a Israel.

Y entonces nuestra lectura empieza con el próximo versículo, 64:1 – que continúa con la oración.

ISAÍAS 64:1-4. OH SI DESCENDIERAS

1¡Oh si rompiese los cielos,
y descendieras, y á tu presencia se escurriesen los montes,

2Como fuego abrasador de fundiciones,
fuego que hace hervir las aguas,
para que hicieras notorio tu nombre á tus enemigos,
y las gentes temblasen á tu presencia!

3Cuando, haciendo terriblezas cuales nunca esperábamos,
descendiste, fluyeron los montes delante de ti.

4Ni nunca oyeron, ni oídos percibieron,
ni ojo ha visto Dios fuera de ti, que hiciese por el que en él espera.

“Oh si rompiese los cielos, y descendieras” (v. 1a). Habíamos oído palabras con este mismo tono en la primera sección de este libro, cuando Isaías le advirtió a la gente de las consecuencias que sufrirían por no confiar en Yahvé. Pero después alegró a Israel con la esperanza de la salvación, diciendo, “De Jehová de los ejércitos serás visitada con truenos y con terremotos y con gran ruido, con torbellino y tempestad, y llama de fuego consumidor” (29:6).

“y á tu presencia se escurriesen los montes” (v. 1b). Israel se encuentra en una zona sísmica por estar ubicada en el Valle del Rift por donde fluye el Río Jordán – y la gente ha vivido por terremotos. Asocia los terremotos con la presencia de Dios o con el juicio de Dios (Éxodo 19:18; Job 9:6; Salmo 18:7; 68:8; 99:1; Nahúm 1:5).

En este caso, esta oración de lamento pide que Dios anuncie su presencia por medio de un terremoto.

“Como fuego abrasador de fundiciones, fuego que hace hervir las aguas” (v. 2a). Esta parte de versículo 2 realmente pertenece con versículo 1b. Montes que tiemblan, maleza que arde, y agua que hierve son metáforas para la energía que está más allá de nuestro control y que la presencia de Dios representa.

“para que hicieras notorio tu nombre á tus enemigos, y las gentes temblasen á tu presencia” (v. 2b). El propósito de estas manifestaciones de la presencia de Dios (montes que tiemblan, etcétera) es impresionar a los enemigos de Dios (que supuestamente también son enemigos de Israel) para que éstos muestren el debido respeto hacia Dios (y también Israel).

“Cuando, haciendo terriblezas cuales nunca esperábamos, descendiste, fluyeron los montes delante de ti” (v. 3). Dios ha cumplido grandes hazañas a favor de Israel durante mucho tiempo. Vienen a la mente las plagas que cayeron sobre Egipto que hicieron que Faraón liberara a Israel – también la liberación de Israel en el Mar Rojo – el maná en el desierto – las murallas derrumbadas de Jericó – y la victoria del pequeño David sobre el gigante Goliat – etcétera, etcétera.

Montes que tiemblan nos hace pensar en Sinaí (Éxodo 19:18). Allí, la presencia de Dios se manifestó con fuego y humo y con un monte que temblaba.

Pero en este momento Israel no está ante un monte que tiembla ni fuego ni humo ni ninguna otra cosa que muestre la presencia de Dios. Este hecho es el trasfondo de esta oración de lamento.

“Ni nunca oyeron, ni oídos percibieron, ni ojo ha visto Dios fuera de ti, que hiciese por el que en él espera” (v. 4). Lo que distingue a Yahvé es que obra – ayuda – y salva al “que en él espera.”

Otros que alaban otros dioses podrían decir que han visto demonstraciones del poder de sus dioses, pero no hay indicación ninguna de que esos dioses tuvieran cualquier relación personal con su gente o que cuidaran de ella. Lo más que se puede decir de esos dioses es que, cuando aplacados, no traen ningún mal sobre su gente.

“el que en él espera” (v. 4b). Esperar al Señor significa esperar con esperanza o expectación. A lo largo de las escrituras encontramos un énfasis en esperar al Señor (Génesis 49:18; Salmo 37:9; Ósea 12:6; Zefanías 3:8; Romanos 8:25; Gálatas 5:5). “Esperar” al Señor significa vivir con fe – vivir con la esperanza de que la compasión de Yahvé “no falla” – que su merced no tiene fin – que su lealtad no es solo grande sino que está asegurada. “Esperar” al Señor es vivir con certeza que el Señor tiene el poder y la voluntad de bendecir a los fieles. “Esperar” al Señor significa ver más allá de las circunstancias actuales (como el exilio) y mirar hacia un futuro bendecido por mano del Señor (como la restauración de Israel).

ISAÍAS 64:5-7. HE AQUÍ, TÚ TE ENOJASTE PORQUE PECAMOS

5Saliste al encuentro al que con alegría obraba justicia,
á los que se acordaban de ti en tus caminos:
he aquí, tú te enojaste porque pecamos;
en esos hay perpetuidad, y seremos salvos.

6Si bien todos nosotros somos como suciedad,
y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia
(hebreo: id·dimmenstrual);
y caímos todos nosotros como la hoja,
y nuestras maldades nos llevaron como viento.

7Y nadie hay que invoque tu nombre,
que se despierte para tenerte;
por lo cual escondiste de nosotros tu rostro,
y nos dejaste marchitar
(hebreo: mug – derretir, desmayar,
debilitar o descorazonar) en poder de nuestras maldades.

“Saliste al encuentro al que con alegría obraba justicia, á los que se acordaban de ti en tus caminos” (v. 5a). Ahora esta oración reconoce que Dios hace sentir su presencia de manera positiva con quienes viven de manera justa – con los que viven según la voluntad de Dios. Dios no abandona a su gente fácilmente, y nunca abandona a los justos.

“he aquí, tú te enojaste porque pecamos; en esos hay perpetuidad, y seremos salvos” (v. 5b). Ahora la oración reconoce el pecado de Israel y las consecuencias de ese pecado. A causa del pecado de Israel, Dios se escondió de ella – la abandonó a su obstinación.

Este versículo trata el pecado de Israel mucho más de cerca de lo que se hizo en 63:17, donde la oración acusó a Dios de causar el desvío de Israel – de endurecer su corazón. Ese versículo parece decir que la iniquidad de Israel es culpa de Dios. En este versículo queda claro que fue Israel la que transgredió. Éste y los versículos que siguen dejan claro que la culpa es de Israel.

Debemos anotar que Dios todavía no nos fuerza a hacer lo correcto. Si insistimos en ir por el camino equivocado, nos permitirá hacerlo. Entonces nos dejará sufrir las consecuencias de esa decisión – siempre con la esperanza de que, como el hijo pródigo (Lucas 15) nuestro sufrir nos haga recapacitar y volver a nuestro Padre.

“Si bien todos nosotros somos como suciedad” (v. 6a). Dios les dio a los israelitas varias leyes codificadas en el Torá – los primeros cinco libros del Antiguo Testamento. Varias de estas leyes son de índole ceremonial y sirven para determinar si una persona está limpia (si ritualmente es digna para la alabanza). Tiene que ver con limpieza espiritual en lugar de física. Tiene que ver con el cese del mal comportamiento (Isaías 1:16) – con el cese de la alabanza de ídolos (Ezequiel 36:25) – con no profanar el tabernáculo o el templo (Levítico 15:31)

A los israelitas se les consideraba impuros si comían animales prohibidos por la ley (Levítico 11) – también al parir (Levítico 12:2 y continuación) – al contraer la lepra (Levítico 13) – o al entrar en contacto con algunas secreciones corporales o con cadáveres (Levítico 11:39; 15:18). Pero el Torá ofrece remedios para cada estado de impureza para que los impuros puedan quedar limpios. El propósito de estas leyes era establecer a los israelitas como gente santa – apartada de otras gentes – apartada como el pueblo de Dios (Levítico 20:26).

“y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia” (id·dimmenstrual) (v. 6b). Levítico dice, “Y cuando la mujer tuviere flujo de sangre, y su flujo fuere en su carne, siete días estará apartada; y cualquiera que tocare en ella, será inmundo hasta la tarde. Y todo aquello sobre que ella se acostare mientras su separación, será inmundo: también todo aquello sobre que se sentare, será inmundo. Y cualquiera que tocare á su cama, lavará sus vestidos, y después de lavarse con agua, será inmundo hasta la tarde. También cualquiera que tocare cualquier mueble sobre que ella se hubiere sentado, lavará sus vestidos; lavaráse luego á sí mismo con agua, y será inmundo hasta la tarde. Y si estuviere sobre la cama, ó sobre la silla en que ella se hubiere sentado, el que tocare en ella será inmundo hasta la tarde. Y si alguno durmiere con ella, y su menstruo fuere sobre él, será inmundo por siete días; y toda cama sobre que durmiere, será inmunda” (Levítico 15:19-24; véanse también versículos 25-30).

Entonces, decir “todas nuestras justicias son como trapo de inmundicia” es una manera muy gráfica de decir que aún hasta nuestras mejores acciones son verdaderamente repugnantes.

“y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (v. 6c). El resultado de nuestro pecado es que nos marchitamos como una hoja en el otoño – una hoja cuya conexión con el árbol se ha ido debilitando a medida que el árbol va preparándose para el invierno – una hoja que en poco tiempo pasa de color verde a color rojo o naranja, y que poco después se pone marrón y marchita – una hoja que se desprende del árbol y se la lleva el viento.

Este movimiento de la vida a la muerte es causado por “nuestras maldades.”

“Y nadie hay que invoque tu nombre, que se despierte para tenerte” (v. 7a). En versículo 63:19 (que forma parte de esta oración de lamento), el que ofrece la oración anota que Israel se ha vuelto “como aquéllos que no invocaran tu nombre” – como aquéllos cuya identidad ya no está entrelazada con la de identidad de Dios.

La hoja caída, llevada por el viento, ya no busca una conexión con el árbol. Israel, habiéndose acostumbrado a un comportamiento inicuo, ya no busca una conexión con Dios. Ya no llama el nombre de Dios y no hace un esfuerzo por arraigarse a Dios.

Esta última frase, “que se despierte para tenerte,” nos recuerda a Jacob, que luchó toda la noche con Dios (o con el agente de Dios). Al final, Dios (o su agente) dijo, “Déjame, que raya el alba.” Pero Jacob contestó, “No te dejaré, si no me bendices.” Entonces Dios cambió el nombre de Jacob a Israel, “porque has peleado con Dios y con los hombres, y has vencido” (Génesis 32:26-28). Pero no hay nadie en Israel ahora que sienta esa pasión por luchar con Dios.

“por lo cual escondiste de nosotros tu rostro, y nos dejaste marchitar (mug – derretir, desmayar, debilitar o descorazonar) en poder de nuestras maldades” (v. 7b). Apartada de Dios, Israel se ha debilitado y descorazonado. Es como si se hubiera derretido como una vela al sol. Ha sido devorada por su propia iniquidad, como una persona puede ser arroyada por un desprendimiento de barro.

La oración dice que Dios ha entregado la gente a su iniquidad, pero sería más adecuado decir que Dios les ha dejado ir donde estaban empeñados en ir. Dios no les puso en ese camino. Dios no animó su mal comportamiento. Dios simplemente les dio la libertad de elegir su camino y de seguirlo.

ISAÍAS 64:8-9. AHORA PUES, JEHOVÁ, TÚ ERES NUESTRO PADRE

8Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre;
nosotros lodo, y tú el que nos formaste
(hebreo: yo·sere·nu – el que nos da forma);
así que obra de tus manos, todos nosotros.

9No te aires, oh Jehová, sobremanera,
ni tengas perpetua memoria de la iniquidad:
he aquí mira
(hebreo:hab·bet·na – mira, por favor) ahora,
pueblo tuyo somos todos nosotros.

“Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre” (v. 8a; véase también 63:16). A pesar de todo, Dios es nuestro Padre. Dios puede estar decepcionado con nuestro comportamiento. Dios puede haber permitido nuestro comportamiento auto-destructivo. Dios puede haber permitido que nos marchitemos y que nos lleve el viento, como una hoja en invierno. Pero el propósito de Dios nunca ha sido destruirnos. La esperanza de Dios es la esperanza de un Padre, que guarda siempre la esperanza que su hijo se dé cuenta de sus errores y regrese a casa. Nos recuerda a la Parábola del Hijo Prodigo (Lucas 15).

“nosotros lodo, y tú el que nos formaste (yo·sere·nu – el que nos da forma); así que obra de tus manos, todos nosotros” (v. 8b). De la misma manera que padres y madres aman a sus hijos, artistas sienten gran afecto por su arte. Cuando un artista crea una obra de arte, algo del artista permanece en la obra. En parte tiene que ver con el compromiso profundo que siente el artista hacia el proceso creativo. En parte se trata del orgullo que siente en su trabajo. En parte es que la obra de arte refleja el entendimiento del artista de como una obra se debe ver, oír, y sentir. El artista y su obra están inextricablemente unidos.

Esta oración utiliza esa conexión entre el arte y el artista para persuadir a Dios que perdone a Israel – que la redima – que la salve. El que ofrece la oración ha llamado Padre a Dios. Ahora le recuerda a Dios de la creatividad que utilizó cuando creó la nación de Israel – el pueblo de Dios – el arte de Dios. Israel puede haber pecado y puede ser tan inmunda como un trapo de menstruación, pero Dios no debe y no puede abandonar a Israel porque el artista y el arte están inextricablemente unidos.

“No te aires, oh Jehová” (v. 9a). Sería demasiado rezar para que Dios no se enojara. ¿Cómo puede Dios no enojarse con Israel por su comportamiento rebelde? Esta oración solo pide que Dios no se enoje en demasía – que no se enoje tanto que le lleve a hacer cosas de las que se podría arrepentir – que no se enoje tanto que llegue a tirar el trabajo de sus manos contra la pared. Es una oración que le pide a Dios que controle su ira. Si Dios la controla, Israel puede esperar redención. Si no, no hay esperanza.

“sobremanera, ni tengas perpetua memoria de la iniquidad” (v. 9b). Esto es un pensamiento parecido pero presentado de otra manera. Sería demasiado rezar que Dios no se fijara en la iniquidad de Israel. ¿Cómo puede Dios no fijarse en el pecado de Israel? ¡Imposible! Sería demasiado pedir que Dios no lo recordara. Esta oración solo pide que Dios no recuerde el pecado de Israel para siempre – para la eternidad. Si Dios lo hace, Israel puede esperar que su relación con Dios un día se restaure. Si no, Israel no tiene esperanza.

he aquí mira (hab·bet·na – mira, por favor) ahora, pueblo tuyo somos todos nosotros” (v. 9c). He aquí el factor decisivo. Israel es el pueblo de Dios y Yahvé es el Dios de Israel. Dios ordenó esta unión con el pacto que estableció con Abram y que luego volvió a establecer con David. Es una unión forjada en hierro. Dios no puede ignorar lo que significa esta relación.

ISAÍAS 64:10-12. ¿TE ESTARÁS QUIETO?

10Tus santas ciudades están desiertas,
Sión es un desierto, Jerusalén una soledad.

11La casa de nuestro santuario y de nuestra gloria,
en la cual te alabaron nuestros padres,
fue consumida al fuego;
y todas nuestras cosas preciosas han sido destruidas.

12¿Te estarás quieto, oh Jehová, sobre estas cosas?
¿Callarás, y nos afligirás sobremanera?

La lectura del leccionario no incluye estos versículos y uno se pregunta por qué. Estos versículos concluyen esta oración de lamento con una imagen gráfica de la penosa situación en que se encuentra Israel. Ambos Jerusalén y el templo están en ruinas. La gente, aunque liberada de su servidumbre en Babilonia, tampoco se encuentra mucho mejor. Entonces esta oración termina con estas preguntas: “¿Te estarás quieto, oh Jehová, sobre estas cosas? ¿Callarás, y nos afligirás sobremanera?” Estas preguntas claman a gritos que la respuesta sea: “¡No, no me estaré quieto ante vuestro sufrir! ¡No os afligiré de sobremanera!” Estas palabras suplican merced – perdón – ayuda.

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada enhttp://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

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Copyright 2015, Richard Niell Donovan