PASAJE BÍBLICO

Hechos 3:12-19

RECURSOS PARA PREDICAR

Por Richard Niell Donovan
Traducción por Ángeles Aller

 

EXÉGESIS:

EL CONTEXTO:

El contexto de este texto empieza en el Evangelio de Lucas (Lucas escribió ambos el Evangelio de Lucas y los Hechos de los Apóstoles). En su Evangelio, Lucas relata lo siguiente:

• Los príncipes de los sacerdotes y escribas “buscaban cómo le matarían” a Jesús (Lucas 22:2).
• La traición de Judas y el arresto de Jesús (Lucas 22:47-53).
• Pedro negando a Jesús (Lucas 22:54-62).
• Como burlaron y azotaron a Jesús (Lucas 22:63-65).
• El concejo de ancianos del pueblo declarando a Jesús culpable (Lucas 22:66-70).
• Los juicios de Jesús ante Pilato y Herodes (Lucas 23:1-12).
• La multitud clamando por Barrabás en lugar de Jesús (Lucas 23:13-25).
• La crucifixión (Lucas 23:26-49).

Después escribe de la resurrección (Lucas 24:1-12) – y la aparición de Jesús ante dos hombres camino a Emaús y ante los discípulos reunidos (Lucas 24:13-49) – y la ascensión de Jesús (Lucas 24:50-53; Hechos 1:6-11).

En estos relatos, Lucas apunta el dedo hacia varios que le fallaron a Jesús: Judas, por supuesto, pero Pedro también – los príncipes de los sacerdotes y los ancianos, claro, pero también la multitud – como también Pilato y Herodes. Soldados romanos llevaron a cabo la ejecución y se unieron a la burla (Lucas 23:36), como también hizo uno de los ladrones que fue crucificado con Jesús (23:39). Es decir, cuando Jesús fue crucificado, muchas manos quedaron ensangrentadas. Su culpa forma el trasfondo de nuestro texto.

Entonces Lucas relata la historia de Pentecostés (Hechos 2), donde Pedro habla de Jesús a la multitud reunida y dice, “A éste, entregado por determinado consejo y providencia de Dios, prendisteis y matasteis por manos de los inicuos, crucificándole” (2:23).

Hay varios elementos comunes entre el sermón de Pedro en Pentecostés y su sermón en el Pórtico de Salomón:

• Se dirige a ellos como: “Varones Judíos” (2:14) y “Varones Israelitas” (3:12).

• Malentendidos: “éstos no están borrachos” (2:15) y “¿por qué ponéis los ojos en nosotros?” (3:12).

• Referencias a los antepasados: David (2:25) y Abraham, Isaac, y Jacob (3:13).

• Culpabilidad: “matasteis por manos de los inicuos, crucificándole” (Hechos 2:32) y “negasteis… y matasteis” (3:14-15).

• La resurrección: “A este Jesús resucitó Dios” (2:32) y “Dios ha resucitado” (3:15).

• La glorificación: “recibiendo del Padre” (2:33) y “glorificado” (3:13).

• La llamada al arrepentimiento: “Arrepentíos, y bautícese cada uno” (2:38) y “Así que, arrepentíos” (3:19).

• La conversión: tres mil en Pentecostés (2:41) y cinco mil aquí (4:4).

EL CONTEXTO MÁS INMEDIATO es el sanar de un hombre que había nacido cojo (3:1-10). Cuando Pedro y Juan encontraron a este hombre en el templo, el hombre pensó que le iban a dar limosna. En vez, Pedro dijo, “Ni tengo plata ni oro; mas lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (3:6). Pedro le ayudó a levantarse, y el hombre “saltando, se puso en pie, y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando á Dios” (3:8). “Y todo el pueblo le vio” (3:9) “y fueron llenos de asombro y de espanto por lo que le había acontecido” (3:10).

Entonces Lucas nos dice, “Y teniendo á Pedro y á Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo concurrió á ellos al pórtico que se llama de Salomón, atónitos” (3:11). El Pórtico de Salomón era la parte del templo de Jerusalén donde rabinos solían enseñar. Lucas volverá a mencionar el Pórtico de Salomón en capítulo cinco, donde relata que los discípulos de Jesús cumplían un poderoso ministerio de curaciones allí.

HECHOS 3:12: ¿POR QUÉ PONÉIS LOS OJOS EN NOSOTROS?

12Y viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones Israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ó ¿por qué ponéis los ojos en nosotros, como si con nuestra virtud ó piedad hubiésemos hecho andar á éste?

El sanar del cojo es lo que ha llamado la atención de la multitud y presentado a Pedro la oportunidad de proclamar al Cristo resucitado. El hombre había sido cojo de nacimiento (3:2). La gente le había visto pidiendo limosna a la entrada del templo todos los días durante años, por eso, era una cara conocida (3:2). No había remedio para alguien que nacía cojo, y todos sabían que su situación no tenía esperanza.

Pero ahora ven a este hombre sin esperanza “andando, y saltando, y alabando á Dios” (3:8). “Y conocían que él era el que se sentaba á la limosna á la puerta del templo… y fueron llenos de asombro y de espanto por lo que le había acontecido” (3:10).

Naturalmente, la multitud atribuiría este milagro a Pedro y a Juan, que “tomándole por la mano derecha” le ayudaron a levantarse (3:7). Pero lo primero que hace Pedro es corregir este malentendido. No fue ni su fuerza ni su piedad lo que hizo andar a este hombre cojo. En versículo 16, les dirá quien fue responsable – pero primero, predica.

HECHOS 3:13-15: MATASTEIS AL AUTOR DE VIDA

13El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres (griego: pateron) ha glorificado(griego: edoxasen – relacionado a doxa) á su Hijo Jesús, al cual vosotros entregasteis (griego: paredokate– de paradidomi), y negasteis delante de Pilato, juzgando él que había de ser suelto. 14Mas vosotros al Santo y al Justo negasteis, y pedisteis que se os diese un homicida; 15Y matasteis al Autor de la vida, al cual Dios ha resucitado de los muertos; de lo que nosotros somos testigos.

“El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres” (pateron) (v. 13a). Históricamente, esta es la manera de identificar a Dios en Israel. La frase, “el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac,” data al tiempo de Jacob (Génesis 28:13). Identificar a Dios con estos tres patriarcas data hasta Moisés y el arbusto ardiente (Éxodo 3:15). Abraham, Isaac, y Jacob son la simiente de Israel – la nación nació de ellos. Son los progenitores (griego: pateron – padres) de Israel.

La frase “Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob” nos recuerda de la larga relación que Israel ha disfrutado con Cristo. Dios permaneció con ellos en momentos difíciles – cuando ellos fueron fieles y cuando no lo fueron.

“ha glorificado (edoxasen – relacionado a doxa) á su Hijo Jesús” (v. 13b). Las principales palabras bíblicas que se asocian con la gloria son kabod (hebreo) y doxa (griego). Gloria es una característica de Dios, y se refiere a la majestad maravillosa de Dios.

La gloria de Dios ha sido revelada a la humanidad de tres maneras:

• A través de la presencia de Dios, como en el tabernáculo y en el templo,

• En obras de salvación,

• En juicio.

Moisés pidió ver la gloria de Dios, pero Dios dijo, “porque no me verá hombre, y vivirá.” No obstante, Dios protegió a Moisés bajo el pico de una roca y le cubrió con la mano mientras que la gloria de Dios le pasaba por encima. Moisés vio la espalda de Dios, pero no su cara (Éxodo 33:18-23). Sin embargo, ese breve momento fue suficiente para hacer que la cara de Moisés brillara fuertemente – un reflejo de la gloria de Dios. Moisés se tuvo que tapar la cara al aparecer ante la gente (Éxodo 34:29-35).

Dios compartió esa gloria con Jesús. Pero, como la gloria de Dios, la gloria de Cristo se revela en su presencia entre nosotros, en su obra de salvación y en el juicio. Vimos la gloria de Jesús revelada en la Transfiguración (Lucas 9:28-36) y en su muerte y resurrección (Lucas 24:26). En la parousia (la Segunda Venida), Jesús volverá “en una nube con potestad y majestad” (Lucas 21:27). En ese tiempo, “en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y de los que en la tierra, y de los que debajo de la tierra; Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, á la gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:10-11).

Pedro se refiere a Jesús como el “Hijo” de Dios. Esto nos recuerda al siervo que sufre en Isaías 52:13 – 53:12 (véase también Isaías 42:1-4; 49:1-6; 50:4-11) – un siervo que “no hay parecer en él, ni hermosura: verlo hemos, mas sin atractivo para que le deseemos” – “despreciado y desechado” – que “llevó él nuestras enfermedades” – que fue “herido fue por nuestras rebeliones.” “Por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:2-5).

“En los Hechos de Lucas, (siervo) se utiliza en sentido general al hablar de uno que ha sido comisionado por Dios y que sirve a Dios” (Bock, 168).

al cual vosotros entregasteis (paredokate – de paradidomi), y negasteis delante de Pilato,juzgando él que había de ser suelto” (v. 13c). Para entender la curación del hombre cojo, esta gente primero debe entender a Jesús, quien hizo posible el sanar – entonces, Pedro debe hablarles de Jesús.

La palabra, paradidomi, se utiliza en varias ocasiones en el Nuevo Testamento para hablar de Jesús siendo traicionado, entregado a pecadores, y llevado a la muerte (Lucas 18:32; 22:4, 6, 22; 24:7; Hechos 2:23; Romanos 4:25). Cuando Judas traicionó a Jesús, paradidomi fue la palabra que utilizó para describir esa traición (Lucas 22:22).

Pedro deja claro ante la multitud que ellos fueron los responsables de la muerte de Jesús – de haber rechazado a su mesías. Lo hicieron a pesar del veredicto de Pilato que declaró que Jesús no era culpable (Lucas 23:14-15) y de las repetidas propuestas de Pilato para azotar a Jesús y después soltarle (Lucas 23:16, 20, 22). Pero la multitud exigió que Pilato soltara a Barrabás, un asesino, en lugar de soltar a Jesús (Lucas 23:18-19).

“Mas vosotros al Santo y al Justo negasteis” (v. 14a). Esta es la segunda vez que Pedro utiliza la palabra “negasteis” (véase v. 13). Este rechazo del mesías fue la causa de su culpa.

Jesús era santo – un hombre apartado del mundo kosmos en el que había nacido. Fue concebido por el Espíritu Santo (Lucas 1:35) – vivió una vida sin pecado (2 Corintios 5:21; Hebreos 4:15; 7:26) – “fue declarado Hijo de Dios con potencia, según el espíritu de santidad, por la resurrección de los muertos” (Romanos 1:4). Tiene el poder de santificar a los que le siguen (Hebreos 13:12).

Jesús también era justo – libre de pecado – capaz de conceder a quienes le siguen la misma justificación. (Hechos 13:39).

y pedisteis que se os diese un homicida” (v. 14b). Anote la ironía – la multitud exige la libertad del asesino, Barrabás, cuyo nombre significa “hijo del padre” y exige la muerte de Jesús – el Santo y Justo – el Hijo de Dios.

“Y matasteis al Autor de la vida, al cual Dios ha resucitado de los muertos” (v. 15a). De nuevo anote la ironía. Esta gente mató al Autor de la vida – el que vino a darles vida.

Pedro contrasta la acción de la multitud (“matasteis al Autor de la vida”) con la acción de Dios (resucitar a Jesús).

Jesús era Autor de vida de dos maneras. Primero, estaba presente durante la creación (Juan 1:1-4). Segundo, derrotó la muerte a través de su muerte y resurrección.

“de lo que nosotros somos testigos” (v. 15b). Pedro ofrece su primera prueba de la resurrección de Jesús. El y los demás apóstoles han visto al Cristo resucitado. En un momento, ofrecerá una segunda prueba – la curación del hombre cojo (v. 16).

HECHOS 3:16: EL NOMBRE DE JESÚS HA DADO Á ÉSTE SANIDAD

16Y en la fe de su nombre, á éste que vosotros veis y conocéis, ha confirmado su nombre: y la fe que por él es, ha dado á éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.

“Y en la fe de su nombre, á éste que vosotros veis y conocéis, ha confirmado su nombre: y la fe que por él es, ha dado á éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros” (v. 16). En versículo 12, Pedro negó que él y Juan fueran responsables de haber sanado al cojo. Ahora dice quien fue responsable. Fue Jesús, el hijo de Dios (v. 13) – el Santo y Justo (v. 14) – el Autor de la vida (v. 15). Fue la fe en su nombre y el nombre de Jesús que obró el milagro.

En esa cultura, el nombre de una persona era más que una simple identificación. Creían que parte de la identidad de la persona se encarnaba en el nombre. Como se puede ver en este versículo, también creían que el nombre poseía algo del poder de quien antes había llevado el nombre.

Aunque hoy esto parezca raro, no lo es. Cuando hablamos de la reputación de una persona, hablamos de algo que expresa la esencia de esa persona. La reputación de una persona también implica cierto poder o falta de poder. Algunos nombres abren puertas, otros no.

Pedro repite un pensamiento en dos oraciones paralelas. La fe en el nombre de Jesús fue lo que fortaleció al leproso. La fe en Jesús fue lo que restauró la salud de ese hombre – perfecta salud.

La cuestión es si fue la fe del hombre cojo o la fe de Pedro lo que concedió el poder de Jesús para sanarlo. Tenía que ser la fe de Pedro. El hombre cojo solo pedía limosna (3:3-5). Fue Pedro el que dijo, “levántate y anda” (3:6). Fue Pedro el que tomó al cojo de la mano y le levantó (3:7). Cuando Pedro levantó al cojo, los pies y tobillos del hombre se fortalecieron (3:7).

HECHOS 3:17-19: ARREPENTÍOS Y CONVERTÍOS

17Mas ahora, hermanos (griego: adelphoi), sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros príncipes. 18Empero, Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer. 19Así que, arrepentíos (griego: metanoesate – de metanoeo) y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados (griego: exaleiphthenai – de exaleitho – destruir, borrar, quitar, limpiar); pues que vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor.

“Mas ahora, hermanos (adelphoi), sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros príncipes” (v. 17). Pedro introduce una nota de gracia en su sermón. Ya le ha dicho a la multitud que ellos son culpables de haber entregado al Hijo de Dios para ser matado, pero ahora les llama hermanos y reconoce que actuaron con ignorancia.

Anote la secuencia: Primero, Pedro predicó palabras de juicio. Ahora, ofrece una palabra de gracia. Predicadores, ¡tomen nota! Juicio sin gracia destruye. Pero gracia sin juicio es “gracia barata” – “el enemigo asesino de nuestra iglesia” (Dietrich Bonhoeffer, The Cost of Discipleship).

La amplitud de la gracia de Pedro es impresionante. Reconoce la ignorancia, no solo de esta multitud, pero también la de sus príncipes – los príncipes de los sacerdotes – los ancianos – el Sanedrín – todos los que se oponían a Jesús – todos los que fueron responsables de su crucifixión.

Pecados hechos en ignorancia “se consideraban por los judíos como pecados que se podían perdonar y se distinguían de pecados cometidos consciente e intencionalmente… Existían varias formas de justicia para pecados de ignorancia, pero no para pecados intencionales y conscientes (cf. Números 15:27-31) (Polhill, 133).

Entonces, Pedro abre la puerta al perdón de Dios para los que crucificaron a Jesús. Pero Jesús ya había abierto esa puerta cuando oró, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

La ignorancia, sin embargo, no es suficiente para eliminar su culpa. Se requiere arrepentimiento.

“Empero, Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer” (v. 18). Estas profecías incluyen el pasaje de Isaías del sirviente que sufre (Isaías 52:13 – 53:12) – y el “cordero inocente que llevan á degollar” de Jeremías (Jeremías 11:19) – y “derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán á mí, á quien traspasaron, y harán llanto sobre él, como llanto sobre unigénito, afligiéndose sobre él como quien se aflige sobre primogénito” (Zacarías 12:10).

El libro de Salmos también contiene muchas escrituras que hablan de Cristo crucificado (Salmos 22, 31, 34, 69).

Jesús también se refirió a su propia muerte, diciendo, “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día” (Lucas 24:46).

“Así que, arrepentíos (metanoesate – de metanoeo) y convertíos” (v. 19a). El verbo griego metanoeoes una combinación de dos palabras griegas – meta (al combinarse con otra palabra, como se hace aquí,meta significa cambio o transferencia) y nous (mente). Metanoeo, entonces, se refiere a un cambio en la forma de pensar – un cambio de actitud – pasar de un modo de pensar a otro.

Los griegos creían que un cambio de opinión naturalmente causaría un cambio en las acciones de una persona, ya que las creencias determinan el comportamiento de uno. Esto difiere mucho de otras disciplinas psicológicas que hoy enfatizan los sentimientos como factor determinante del comportamiento. Es decir, para cambiar el comportamiento primero debemos “conectar” con nuestras emociones. No obstante, en los últimos años ha habido un movimiento que enfatiza las creencias como factor que determina el comportamiento. Creencias dan comienzo al ciclo de acciones. Un cambio de pensamiento tiene el poder de cambiar ambos sentimientos y acciones.

Entonces, Pedro les pide a estos miembros de Jerusalén que se arrepientan de su pecado (haber rechazado al Mesías) – que cambien de manera de pensar – que se volteen (la NRSV añade “hacia Dios,” que no aparece en el griego original). Necesitan repudiar su previo rechazo del Mesías y acogerle.

“para que sean borrados vuestros pecados” (exaleiphthenai – de exaleitho) (v. 19b). Exaleithosignifica destruir, borrar, quitar, o limpiar. El arrepentimiento – el volverse a Dios – tiene el poder de desenredar el enredo que el pecado hace de nuestras vidas. No solo abre la puerta al perdón de Dios, pero también nos pone en un nuevo camino que nos saca de la oscuridad hacia la luz. Aunque muchas personas experimentan este proceso de manera gradual, muchos pasan por conversiones dramáticas que causan cambios inmediatos en sus vidas. En algunos casos, alcohólicos han perdido el sabor del alcohol. Sea el cambio gradual o repentino, el arrepentimiento nos saca del camino de la muerte y nos pone en el camino de la vida.

POSDATA:

Aunque la lectura del leccionario termina con versículo 19, necesitamos saber cómo sigue la historia. El sanar del hombre cojo atrajo una gran multitud que reconocía al hombre y que “fueron llenos de asombro y de espanto por lo que le había acontecido” (3:1-11). Esto creó una oportunidad para que Pedro predicara un sermón (3:12-26).

Los sacerdotes, el capitán del templo, y los saduceos, resentidos de que Pedro y Juan “enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de los muertos” les arrestaron (4:2-3). “Mas muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y fue el número de los varones como cinco mil” (4:4).

Los príncipes de los sacerdotes llamaron a Pedro y Juan ante su concejo para que diesen una explicación de su autoridad, pero eso simplemente le dio a Pedro otra oportunidad para predicar (4:5-12). El concejo, frustrado por el testimonio del hombre curado, el predicar de Pedro, y la aceptación de Pedro y Juan por parte de la multitud, manda que dejen de predicar – esta es una orden que Pedro repudia ante ellos (4:13-21).

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada enhttp://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

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