PASAJE BÍBLICO

Génesis 45:1-15

RECURSOS PARA PREDICAR
Por Richard Niell Donovan
Traducción por Ángeles Aller

EXÉGESIS:

GÉNESIS 37-45: EL CONTEXTO

A continuación haré un resumen detallado del trasfondo del encuentro entre José y sus hermanos, ya que un entendimiento de este trasfondo es imprescindible para poder comprenderlo por completo. Conocemos la historia y, por eso, pensamos que ya la sabemos. Sin embargo, un repaso cuidadoso revelará detalles que hemos olvidado – o quizá, detalles que nunca hemos tomado en cuenta.

Este encuentro tiene raíces en capítulo 37, donde aprendimos que “amaba Israel á José más que á todos sus hijos, porque le había tenido en su vejez: y le hizo una ropa de diversos colores. Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que á todos sus hermanos, aborrecíanle, y no le podían hablar pacíficamente” (37:3-4).

Al relatar José sus sueños de los manojos de trigo de sus hermanos inclinándose hacia el suyo (37:5-8), y el sueño en que “el sol y la luna y once estrellas se inclinaban á mí” (37:9), José incrementó el odio de sus hermanos. Al relatarles el primer sueño, “le aborrecieron aún más á causa de sus sueños y de sus palabras” (37:8). Después, relató el segundo sueño a sus hermanos y a su padre (37:10). Al oírlo, su padre le regañó por el simbolismo aparente en que el padre, la madre, y los hermanos se inclinaran hacia José (37:10), pero “sus hermanos le tenían envidia” (37:11) – y quien les podría culpar.

Los hermanos, en su odio, decidieron matar a José (37:20), pero Rubén, uno de ellos, convenció a los demás hermanos que echaran a José en una cisterna en lugar de matarle – una cisterna sin agua (37:21-34). Judá, otro hermano, sugirió venderle a una caravana que pasaba y hacerle a su padre pensar que José había muerto (37:25-35). Entonces, “los Midianitas lo vendieron en Egipto á Potiphar, eunuco de Faraón, capitán de los de la guardia” (37:36).

Así es como José llegó a servir en la casa de Potiphar, seguido por la falsa acusación de seducción por parte de la esposa de Potiphar – cargo que resultó en su encarcelamiento (39:1-20). “Mas Jehová fue con José, y extendió á él su misericordia, y dióle gracia en ojos del principal de la casa de la cárcel” (39:21) – y “lo que él (José) hacía, Jehová lo prosperaba” (39:23).

Debemos anotar que cuando José llegó al poder después de estar encarcelado, no se menciona ni a Potiphar ni a su esposa – no hay indicación de que José deseara vengarse por los dos años (quizá más) que pasó en la cárcel (41:1).

Entonces Faraón encarceló a su copero y panadero “en la casa de la cárcel donde José estaba preso” (40:3). Cada uno de ellos tuvo un sueño, que José interpretó de esta manera: el copero sería restaurado a su puesto, pero el panadero sería ejecutado (40:5-19). Poco después, estos sueños se cumplieron exactamente como José los había interpretado (40:20-23).

Dos años más tarde, el Faraón soñó de siete vacas hermosas y gordas y siete vacas feas y enjutas. También soñó de siete espigas llenas y hermosas y siete espigas abatidas – sueños que sus sabios no pudieron interpretar (41:1-8). Cuando el copero oyó de esto, le habló al Faraón de la capacidad que José tenía para interpretar sueños, y Faraón mandó por José (41:9 ff.). José interpretó los sueños de Faraón para significar que habría siete años de abundancia seguidos por siete años de hambre. Dijo, “Y el suceder el sueño á Faraón dos veces, significa que la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se apresura á hacerla” (41:32). Le aconsejó a Faraón poner a un hombre a cargo de supervisar la colección de comida durante los años de abundancia para después sostener al pueblo durante los años de hambre (41:33-36).

“Y dijo Faraón á José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú: Tú serás sobre mi casa, y por tu dicho se gobernará todo mi pueblo: solamente en el trono seré yo mayor que tú” (41:39-40). Durante los próximos siete años, José hizo lo que había predicho y almacenó grandes cantidades de grano para sostener a la gente durante el hambre (41:46 ff.).

Al comenzar el hambre, Jacob envió sus hijos a Egipto en busca de alimento. “Mas Jacob no envió á Benjamín hermano de José con sus hermanos; porque dijo: No sea acaso que le acontezca algún desastre” (42:4) – Benjamín es el hijo menor de Jacob y Rachêl, querida esposa de Jacob que murió durante el parto de Benjamín (35:16-20). Rachêl le parió a Jacob dos hijos, José y Benjamín (35:24). Los otros hermanos de José son medio hermanos – los seis hijos de Lea – dos hijos de Bilha, la sierva de Rachêl – y dos hijos de Zilpa, la sierva de Lea (35:23-26).

Los diez hermanos de José fueron a Egipto y aparecieron ante José (42:1 ff.). De inmediato, José les reconoció, pero ellos no le reconocieron a él. José les acusó de espionaje, y mandó encarcelarles (42:17). Más adelante, ofreció liberar a nueve de ellos para que regresaran a su padre con el grano. Mandó que trajeran a Benjamín en su viaje de vuelta (42:18-20), y se quedó con Simeón como rehén para asegurar su regreso (42:24). Entonces, mandó a sus criados que llenaran sus bolsas de grano y que pusieran el dinero – el pago – en las bolsas (42:25). Cuando los hermanos descubrieron el dinero, se angustiaron, porque pensaban que serían acusados de haber robado (42:28, 35).

No obstante, el hambre era severa y Simeón permanecía en Egipto. Entonces, los hermanos convencieron a su padre que les permitiera llevar a Benjamín a Egipto. Judá intentó garantizar el regreso de Benjamín diciendo, “si yo no te lo volviere y lo pusiere delante de ti, seré para ti el culpante todos los días” (43:9). Los hermanos sacaron el dinero de las bolsas para devolvérselo y llevaron regalos para José, cuya identidad aún no conocían, deseando aplacarle.

Cuando regresaron a Egipto, José tenía algo aún más grande esperándoles. Esto les asustó porque pensaban que serían acusados de haber robado el dinero que encontraron en sus bolsas. Sin embargo, cuando le contaron sobre el dinero y trataron de devolvérselo, José dijo, “Paz á vosotros, no temáis; vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro en vuestros costales: vuestro dinero vino á mí” (43:23).

Cuando los hermanos estaban listos para regresar a casa, José mandó a sus criados que llenaran los sacos de grano y que pusieran el dinero encima de las bolsas. Entonces mandó poner su copa de plata dentro de la bolsa de Benjamín (44:2). Entonces, acusó a los hermanos de robarla, y utilizó esto como pretexto para llevarse a Benjamín a Egipto como esclavo (44:14 ff.) Judá ofreció quedarse en Egipto como esclavo en lugar de Benjamín (44:33).

Aquí es donde comienza nuestro texto.

GÉNESIS 45:1-3: YO SOY JOSÉ: ¿VIVE AÚN MI PADRE?

1No podía ya José contenerse delante de todos los que estaban al lado suyo, y clamó: Haced salir de conmigo á todos. Y no quedó nadie con él, al darse á conocer José á sus hermanos. 2Entonces se dio á llorar á voz en grito; y oyeron los Egipcios, y oyó también la casa de Faraón. 3Y dijo José á sus hermanos: Yo soy José: ¿vive aún mi padre? Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él.

Versículos 1-5 son la clave para entender la narrativa completa de José. “La narrativa culmina en 45:1-15… Todo lo anterior lleva a este capítulo. Después de esto, todo es derivativo” (Brueggemann, 343).

En este momento, José ocupa un puesto de completa autoridad. Siendo el segundo en poder después de Faraón, no está obligado a tratar a sus hermanos según el proceso legal. Ha salvado a Egipto del hambre, y goza de la plena confianza de Faraón. Si decide esclavizar a sus hermanos, tiene la libertad de hacerlo. Si decide encarcelarles en su vieja celda, también puede hacerlo. Si decide ejecutarles, sus siervos lo llevarán a cabo sin hesitación. Sin embargo, sí está sujeto a la autoridad de Dios, y será su relación con él y su entendimiento de la providencia de Dios lo que dicte sus acciones hacia sus hermanos.

“No podía ya José contenerse delante de todos los que estaban al lado suyo, y clamó: Haced salir de conmigo á todos. Y no quedó nadie con él, al darse á conocer José á sus hermanos” (v. 1). Como se anota arriba, José ha tenido dos encuentros con sus hermanos en los que ocultó su identidad – a pesar de que en ambas ocasiones se sintió sobrellevado por la emoción y tuvo que apartarse para que sus hermanos no le vieran llorar (42:24; 43:30).

En esta ocasión, José se queda con sus hermanos en la habitación, pero manda salir a todos los demás para poder encontrarse con sus hermanos en privado – para que sea un encuentro familiar y no un encuentro público.

“Entonces se dio á llorar á voz en grito; y oyeron los Egipcios, y oyó también la casa de Faraón” (v. 2). A pesar de haber despedido a su séquito, no se habrían apartado mucho. Los siervos de un regidor siempre permanecen cerca para poder responder a sus órdenes y protegerlo. El séquito de José puede estar al otro lado de una puerta cerrada, o simplemente en una habitación contigua sin puerta que obstruya el sonido de sus llantos.

Cuando José empezó a llorar a voz en grito, habría confundido mucho a sus hermanos, que todavía no se habían dado cuenta de que este gran regidor es José. Su relación con él en Egipto les ha confundido desde el principio. Sería algo fuera de lo normal que los que llegaran en busca de grano fueran concedidos una audiencia con el segundo en poder de Egipto. Sin embargo, ésta es la tercera vez que se encuentran con este gran hombre. En cada una de las demás ocasiones, habían temido las acusaciones de José – que eran espías – el dinero en sus sacos – la copa de plata en la bolsa de Benjamín. En el primer encuentro, José había retenido a Simeón como rehén, y en el segundo amenazó quedarse con José como esclavo. Está claro que José ha intimidado completamente a sus hermanos. Entonces, los llantos de José en su presencia es inexplicable. Deben preguntarse qué cosa terrible José les hará ahora. Hasta puede que cuestionen su equilibrio mental.

“Y dijo José á sus hermanos: Yo soy José: ¿vive aún mi padre?” (v. 3a). Finalmente, cuando José revela su identidad, su primera preocupación es por su padre. Han pasado por lo menos 22 años desde que le ha visto. Quiere saber si aún vive, ya que sería posible que su padre hubiera muerto durante su ausencia.

“Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él” (v. 3). Los hermanos de José se quedaron atónitos. Nunca hubieran podido imaginar que José, su hermano, se convirtiera en segundo a Faraón en Egipto – o que ejerciera control sobre un abastecimiento de grano que evitaría el hambre no solo en Egipto, sino también en las tierras adjuntas – o que les invitara a su mesa de real esplendor cuando vinieron a comprar comida. No obstante, el sueño de José en capítulo 37 les había dado un vistazo del futuro – una imagen que les hizo odiarle y venderle a la esclavitud. Habían decidido no creer su sueño pero ahora de repente se ven sometidos a su cumplimiento.

GÉNESIS 45:4-8: Y DIOS ME ENVIÓ PARA QUE QUEDASEIS EN LA TIERRA

4Entonces dijo José á sus hermanos: Llegaos ahora á mí. Y ellos se llegaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano el que vendisteis para Egipto. 5Ahora pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; que para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros: 6Que ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aun quedan cinco años en que ni habrá arada ni siega. 7Y Dios me envió delante de vosotros, para que vosotros quedaseis en la tierra, y para daros vida por medio de grande salvamento. 8Así pues, no me enviasteis vosotros acá, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón, y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto.

“Entonces dijo José á sus hermanos: Llegaos ahora á mí. Y ellos se llegaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano el que vendisteis para Egipto” (v. 4). José repite su declaración de versículo 3 – añadiendo “que vendisteis para Egipto” (v. 4). Está claro que José no se ha olvidado de la traición de sus hermanos. Estas palabras, “el que vendisteis para Egipto,” habrían caído sobre sus hermanos como una tonelada de ladrillos.

“Ahora pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá” (v. 5a). Esta es una declaración dramática – el primer indicio de que José no les hará responder por su traición. Sin embargo, los eventos se mueven tan rápidamente que los hermanos tendrían dificultad procesando lo que estaba ocurriendo. ¿Realmente puede ser su hermano este gran hombre de Egipto? ¿Se trata de alguna broma pesada? Si es José, ¿cómo llegó a tanto poder? Si es José, ¿qué significa esto para ellos? Deben sentirse como una mosca atrapada en una telaraña – viendo como se acerca la araña.

“que para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (v. 5b). Esto no significa que los hermanos no sean sin culpa, como reconocerá José al decir, “Vosotros pensasteis mal sobre mí, mas Dios lo encaminó á bien” (50:20). El hecho que Dios pueda tomar una obra mala y transformarla para llegar a un fin positivo no elimina la culpa del culpable. El Nuevo Testamento no absuelve a Judas por traicionar a Jesús, aunque la cruz fuera parte del plan de Dios que culminó en su resurrección. Tampoco absuelve a Pilato, Herodes, o a las autoridades religiosas involucradas en la decisión final de crucificar a Jesús. Malhechores del Viernes Santo no se convierten en santos el Domingo de Pascua por obra de Dios.

“que para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (v. 5b). Dios no hizo a los hermanos pecar, pero transformó los efectos de su pecado del mal al bien. Las acciones de Dios son las que merecen celebrarse aquí – no las acciones pecadoras de sus hermanos. José está en su derecho para hacer responsables a sus hermanos por haberle vendido a la esclavitud, pero decide no hacerlo – decide pasar su mirada espiritual de su pecado hacia el buen fin de Dios. Es un momento de plena gracia.

Fretheim dice, “lo que Dios ha hecho es independiente del arrepentimiento de los hermanos” (Fretheim, 646). Sin embargo, los hermanos se han arrepentido. Después de que José mandase dejar a Simeón como rehén y que regresaran con su hermano Benjamín, dijeron, “Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, que vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le oímos: por eso ha venido sobre nosotros esta angustia” (42:21). Lo dijeron en presencia de José, sin darse cuenta de que él les entendía, entonces, José pudo ver su arrepentimiento. Está claro que todos estos años han estado conscientes de su culpa – una culpabilidad que crecía cada vez que veían la tristeza de su padre.

“Que ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aun quedan cinco años en que ni habrá arada ni siega” (v. 6). José tenía 17 años cuando tuvo el sueño (37:2). Tenía 30 al entrar al servicio de Faraón (41:46). Habían pasado siete años de abundancia y dos de hambre desde que entró en servicio de Faraón. Por lo tanto, José tiene por lo menos 39 años, lo cual significa que han pasado 22 años desde que tuvo el sueño y, supuestamente, desde que sus hermanos le vendieron a la esclavitud.

“Y Dios me envió delante de vosotros, para que vosotros quedaseis en la tierra, y para daros vida por medio de grande salvamento” (v. 7). La palabra ‘quedarse,’ tiene un significado especial en la Biblia, y “se aplica a grupos diferentes. El primero se refiere de manera histórica a los que permanecen después de una catástrofe. El segundo consiste de los fieles que permanecen, diferenciados del primer grupo por una espiritualidad genuina y por la relación de fe que tienen con Dios. Este grupo es el que lleva adelante las promesas de selección divina. El tercer grupo es el escatológico, consistiendo de aquéllos fieles que pasan por el juicio de limpieza y las lamentaciones apocalípticas del fin del tiempo, y que emergen victoriosos después del Día de Yahvé como los que reciben el reino para siempre” (G. F. Hasel en Bromiley, IV, 131).

Los hermanos de José parecen estar en el primer grupo (histórico). No han sido fieles – al contrario – pero a veces Dios escoge personas como Jacob, el engañoso – y Moisés, que intentó racionalizar la manera de no aceptar el honor – y estos hermanos no merecedores. Los fieles incluyen “aquéllos que sobrevivieron el desierto para llegar a la tierra prometida, … los habitantes del antiguo reino del norte de Israel que escaparon la deportación asiriana, (y) aquéllos que regresaron a Judea después del Exilio Babilónico” (Myers, 879).

“Así pues, no me enviasteis vosotros acá, sino Dios” (v. 8a). Esta es la tercera declaración de José, diciendo que fue Dios el que le envió a Egipto (vv. 5, 7).

“que me ha puesto por padre de Faraón, y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto” (v. 8b). La frase “padre de Faraón” significa “consejero principal” (Wenham, 428). Los hermanos, sin duda, se han asombrado al encontrar a José en un trono egipcio. ¿Cómo podría haber ocurrido esto? José les dice que fue la mano de Dios.

GÉNESIS 45:9-15: DIOS ME HA PUESTO POR SEÑOR DE TODO EGIPTO

9Daos prisa, id á mi padre y decidle: Así dice tu hijo José: Dios me ha puesto por señor de todo Egipto; ven á mí, no te detengas: 10Y habitarás en la tierra de Gosén, y estarás cerca de mí, tú y tus hijos, y los hijos de tus hijos, tus ganados y tus vacas, y todo lo que tienes. 11Y allí te alimentaré, pues aun quedan cinco años de hambre, porque no perezcas de pobreza tú y tu casa, y todo lo que tienes: 12Y he aquí, vuestros ojos ven, y los ojos de mi hermano Benjamín, que mi boca os habla. 13Haréis pues saber á mi padre toda mi gloria en Egipto, y todo lo que habéis visto: y daos prisa, y traed á mi padre acá. 14Y echóse sobre el cuello de Benjamín su hermano, y lloró; y también Benjamín lloró sobre su cuello. 15Y besó á todos sus hermanos, y lloró sobre ellos: y después sus hermanos hablaron con él.

“Daos prisa, id á mi padre y decidle: Así dice tu hijo José: Dios me ha puesto por señor de todo Egipto; ven á mí, no te detengas” (v. 9). José, que durante los últimos nueve años ha aprendido a mandar a sus subordinados, da una orden a sus hermanos – pero sus órdenes no son recibidas con rencor, sino que son bienvenidas. La analogía hoy sería un anfitrión de programa de televisión que diría, “¡Acérquese!” – queriendo decir “¡Venga a reclamar su premio!”

La primera preocupación de José es su padre. Como cualquier hijo que ha hecho bien, quiere que su padre sepa de su éxito y comparta en sus frutos.

“Y habitarás en la tierra de Gosén, y estarás cerca de mí, tú y tus hijos, y los hijos de tus hijos, tus ganados y tus vacas, y todo lo que tienes” (v. 10). La tierra de Gosén se encuentra en la delta del Nilo. Esta delta se ubica cerca de donde el Nilo desemboca al Mediterráneo – en el norte. El lugar exacto de Gosén es incierto, pero seguramente se trata de un área en forma de V entre las dos ramas del Nilo que fluyen al norte y al este desde Cairo hasta el Mediterráneo.

Las deltas de los ríos son formados de los depósitos de sedimento del río. En la delta del Nilo, estos depósitos tienen de 50 a 75 pies de profundidad – una capa de 50 a 75 de tierra buena (Enciclopedia Británica). La delta de un río tiene forma triangular, porque el río se divide en múltiples ramas antes de llegar al mar. Por los depósitos de sedimento y la abundancia de agua para la irrigación, las deltas están entre las tierras más fértiles del mundo para la agricultura. El río también provee transporte, lo cual mejora el comercio. Como resultado, las deltas suelen prosperar – su único problema es alguna inundación periódica. La delta del Nilo es una de las tres más grandes del mundo. Es decir, José escogió bien al traer a su familia a Gosén. Es una tierra próspera cerca de la sede de poder – el lugar desde donde José rige sobre Egipto.

“Y allí te alimentaré, pues aun quedan cinco años de hambre, porque no perezcas de pobreza tú y tu casa, y todo lo que tienes” (v. 11). Aunque Gosén es tierra fértil, José sabe que su familia no sobrevivirá los cinco años que quedan de hambre simplemente labrando la tierra. José es responsable de supervisar la gran cantidad de comida almacenada durante los años de abundancia, y promete proveer por su familia durante los cinco años de hambre que aún quedan.

“Y he aquí, vuestros ojos ven, y los ojos de mi hermano Benjamín, que mi boca os habla” (v. 12). Los hermanos de José no necesitan pruebas para ver que éste es José. No le reconocieron hasta que él se reveló, porque ha madurado durante los 22 años en Egipto y su vestuario y cuidado personal refleja el de un regidor. También, es la última persona que ellos esperaban ver. Ahora que José se ha identificado, sin embargo, pueden verificar su identidad con sus propios ojos. Pueden reconocer su voz y sus manierismos. Saben que, en efecto, es José.

“Haréis pues saber á mi padre toda mi gloria en Egipto, y todo lo que habéis visto: y daos prisa, y traed á mi padre acá” (v. 13). José empezó por expresar preocupación por su padre (v. 9), y ahora se despide de la misma manera. Quiere que su padre sepa de su éxito y que no se detenga en viajar a Egipto.

“Y echóse sobre el cuello de Benjamín su hermano, y lloró; y también Benjamín lloró sobre su cuello” (v. 14). José y Benjamín son hijos de la esposa más querida de su padre. Son los únicos dos hijos de Rachêl, que tanto amaba Jacob. Como se anota arriba, Benjamín es el único hermano completo de José.

“Y besó á todos sus hermanos, y lloró sobre ellos: y después sus hermanos hablaron con él”(v. 15). “La previa imagen de José como oficial imperial y calculador, uno que manipula las circunstancias para controlar los eventos, se disuelve entre la pasión de su revelación propia. No son los planes calculados de un José real los que sanan a la familia, sino la apasionada revelación propia del hijo de Jacob” (Roop, 272; véase también Brueggemann, 345).

GÉNESIS 50: POSCRITO

Capítulo 50, el último capítulo de este libro, relata la muerte y el entierro de Israel “Pues lleváronlo sus hijos á la tierra de Canaán, y le sepultaron en la cueva del campo de Macpela, la que había comprado Abraham con el mismo campo, para heredad de sepultura, de Ephrón el Hetheo, delante de Mamre” (50:13). Después del entierro, los hermanos de José volvieron a temer que José les castigara por haberle vendido a la esclavitud cuando era joven. Le ruegan que les perdone. José responde:

“No temáis: ¿estoy yo en lugar de Dios?
Vosotros pensasteis mal sobre mí,
mas Dios lo encaminó á bien,
para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida á mucho pueblo.
Ahora, pues, no tengáis miedo;
yo os sustentaré á vosotros y á vuestros hijos” (50:19-21).

El relato en 50:15-21 se parece mucho al de 45:1-15. Ambos hablan del temor de los hermanos, la reafirmación por parte de José que sus acciones fueron parte del plan de Dios, y la seguridad que cuidará de ellos a pesar de su pecado. No obstante, el comportamiento de los hermanos muestra que los hermanos de José no confían de su buena voluntad. Todavía cargan con la culpabilidad y temen ser castigados ahora que no disfrutan de la protección de su padre. Sin embargo, José les asegura que están bien y en su cuidado.

En el relato anterior, no había mención del perdón. En el relato después, los hermanos piden perdón. Aunque José no utiliza lenguaje de perdón, está claro que pretende trasmitir su perdón a través de la seguridad que les ofrece.

“Es difícil para la gente moderna tanto como para la gente de la antigüedad creer que Dios obra aún en momentos oscuros y destructivos de la vida. Uno de los obstáculos más grandes a la fe es que, no importa cuanto uno trate, simplemente no se puede identificar gracia o redención entre las muchas experiencias humanas. Y es fácil – unos dirían convincente – extrapolar de ello que Dios nunca está presente en el sufrimiento y la derrota humana. Pero las historias de José nos dan una conclusión diferente, es decir, que a pesar de las terribles tragedias de las que Dios parece ausente, el Regidor del universo es un amigo cariñoso y, finalmente, el resultado será llevado a cabo por un amigo” (Newsome, 445).

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada enhttp://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

BIBLIOGRAFÍA:

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Brueggemann, Walter, Interpretation Commentary: Genesis (Atlanta: John Knox Press, 1982)

Craddock, Fred B.; Hayes, John H.; Holladay, Carl R.; Tucker, Gene M., Preaching Through the Christian Year, A (Valley Forge: Trinity Press International, 1992)

Fretheim, Terence E., “The Book of Genesis,” The New Interpreter’s Bible, Volume 1: General Old Testament Articles, Genesis, Exodus, Leviticus (Nashville: Abingdon Press, 1994.

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Holbert, John C., in Van Harn, Roger, E. (ed.), The Lectionary Commentary: The First Readings: The Old Testament and Acts (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 2001)

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Myers, Allen C. (ed.), The Eerdmans Bible Dictionary (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 1987)

Newsome, James, in Brueggemann, Walter; Cousar, Charles B.; Gaventa, Beverly R.; and Newsome, James D., Texts for Preaching: A Lectionary Commentary Based on the NRSV — Year A (Louisville: Westminster John Knox Press, 1995)

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Copyright 2009, Richard Niell Donovan