PASAJE BÍBLICO

Apocalipsis 21:1-6

RECURSOS PARA PREDICAR
Por Richard Niell Donovan
Traducción por Ángeles Aller

EXÉGESIS:

EL CONTEXTO:

Capítulos 17-20 nos presentan con una visión del triunfo de Dios sobre el mal. Un ángel le dice a Juan (el autor de este libro que tiene esta visión):

“Ven acá, y te mostraré la condenación
de la grande ramera, la cual está sentada sobre muchas aguas:
Con la cual han fornicado los reyes de la tierra,
y los que moran en la tierra
se han embriagado con el vino de su fornicación” (17:1b-2).

Estaba “sentada sobre una bestia bermeja llena de nombres de blasfemia y que tenía siete cabezas y diez cuernos” (17:3) – simbolizando siete reyes (17:9) y diez reyes (17:12). Los diez reyes “pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es el Señor de los señores, y el Rey de los reyes: y los que están con él son llamados, y elegidos, y fieles” (17:14). Esta bestia “fué, y no es; y ha de subir del abismo, y ha de ir á perdición” (17:8).

En la frente de la mujer estaba escrito, “MISTERIO, BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS FORNICACIONES Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA” (17:5). Estaba “embriagada de la sangre de los santos” (17:6). Era “la grande ciudad que tiene reino sobre los reyes de la tierra” (17:18). Esto es una sutil referencia que los lectores de Juan entenderían como Roma.

Otro ángel le presentó a Juan la visión de la destrucción de Babilonia (capítulo 18) – y una visión de regocijo en el cielo por el fin de ese imperio malvado (19:1-10).

Entonces Juan vio un jinete cuyo nombre es “la Palabra de Dios.” Montaba un caballo blanco (19:13) y guiaba un ejército montado en caballos blancos “para herir con ella las gentes” (19:15). En la ropa y en el muslo llevaba escrito el nombre, “REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (19:16).

Un ángel llamó una manada de aves diciendo “Venid, y congregaos á la cena del gran Dios, para que comáis carnes de reyes, y de capitanes, y carnes de fuertes, y carnes de caballos, y de los que están sentados sobre ellos; y carnes de todos, libres y siervos, de pequeños y de grandes” (19:17b-18). Esto, claro, presagió el final de la batalla y el campo de batalla cubierto de los cadáveres del ejército babilónico.

“la bestia, y los reyes de la tierra y sus ejércitos” (19:19) se reunieron para hacer guerra contra el jinete sobre el caballo blanco, pero la bestia fue capturada. La bestia y el falso profeta “fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego ardiendo en azufre. Y los otros fueron muertos con la espada que salía de la boca del que estaba sentado sobre el caballo, y todas las aves fueron hartas de las carnes de ellos” (19:20b-21).

Para terminar esta victoria, un ángel “prendió al dragón, aquella serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y le ató por mil años; Y arrojólo al abismo, y le encerró, y selló sobre él, porque no engañe más á las naciones, hasta que mil años sean cumplidos” (20:2-3a). Este dragón era el maestro de la bestia – y, por lo tanto, la autoridad suprema del mal.

Entonces los mártires que habían muerto por testificar de Cristo “vivieron y reinaron con Cristo mil años. Mas los otros muertos no tornaron á vivir hasta que sean cumplidos mil años. Esta es la primera resurrección” (20:4b-5).

Entonces, Juan vio “un gran trono blanco y al que estaba sentado sobre él, de delante del cual huyó la tierra y el cielo; y no fué hallado el lugar de ellos. Y vi los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante de Dios” (20:11-12). Los libros se abrieron, incluyendo el libro de la vida, “y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (20:12). “Y el infierno y la muerte fueron lanzados en el lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no fué hallado escrito en el libro de la vida, fué lanzado en el lago de fuego” (20:14-15).

VERSÍCULOS 1-2: UN CIELO NUEVO, Y UNA TIERRA NUEVA

1Y vi un cielo nuevo, y una tierra nueva: porque el primer cielo y la primera tierra se fueron, y el mar ya no es. 2Y yo Juan vi la santa ciudad, Jerusalén nueva, que descendía del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.

“Y vi un cielo nuevo, y una tierra nueva” (v. 1a). Siglos antes, Dios (a través del profeta Isaías) les aseguró a los judíos exiliados, “Porque he aquí que yo crío nuevos cielos y nueva tierra: y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. Mas os gozaréis y os alegraréis por siglo de siglo en las cosas que yo crío: porque he aquí que yo las cosas que yo crío: porque he aquí que yo traigo á Jerusalén alegría, y á su pueblo gozo” (Isaías 65:17-18).

En este contexto de Isaías, Dios prometía a los judíos exiliados que iba a restaurar su gran ciudad de Jerusalén, destruida mucho antes. Esta era la promesa de Dios a los exiliados – que volverían a su hogar, y que vivirían en su gran ciudad de nuevo. Las cosas anteriores – el exilio en Babilonia – pasarían a una memoria distante para que pudieran disfrutar de su nueva libertad.

Pedro usó palabras parecidas cuando dijo, “Bien que esperamos cielos nuevos y tierra nueva, según sus promesas, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13).

Ahora Juan adapta este lenguaje para hablar de la ciudad celestial – el Nuevo Jerusalén – el nuevo hogar de los fieles. Juan la ha visto y la describe para tranquilizar a estos cristianos fieles que han pasado adversidades. Necesitan oír que Dios corregirá las cosas.

De esta nueva ciudad Juan dice, “No entrará en ella ninguna cosa sucia, ó que hace abominación y mentira; sino solamente los que están escritos en el libro de la vida del Cordero” (21:27). “Y no habrá más maldición; sino que el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán. Y verán su cara; y su nombre estará en sus frentes” (22:3-4).

“porque el primer cielo y la primera tierra se fueron” (v. 1b). Jesús aludió a la naturaleza pasajera de nuestro mundo cuando dijo, “El cielo y la tierra pasarán” (Lucas 21:33). Ahora Juan ve cumplidas estas palabras.

Antes, Juan relató: “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado sobre él, de delante del cual huyó la tierra y el cielo; y no fué hallado el lugar de ellos” (Apocalipsis 20:11). La antigua tierra y el antiguo cielo, amenazados por la presencia de Dios, el juez justo, trataron de huir de su presencia. Pero no encontraron lugar ni refugio. ¿Dónde pueden refugiarse del espíritu de Dios – y adónde pueden huir de la presencia de Dios? (Salmo 139:7).

“el primer cielo… se fueron” (v. 1b). Nos puede parecer extraño que “el primer cielo” se fuera. Solemos pensar del cielo como el reino de Dios donde todo es bueno – en comparación con nuestro mundo kosmos donde todo está teñido de mal.

Sin embargo, la palabra “cielo” tiene más de un solo significado en la Biblia. Cuando Génesis dice, “En el principio creó Dios los cielos y la tierra,” (Génesis 1:1), la frase “los cielos y la tierra” forman la totalidad del orden creado – no “los cielos” como la morada de Dios versus “la tierra” como lugar habitado por humanos.

Ambos el Antiguo y el Nuevo Testamento atestiguan que los cielos y la tierra, como el orden establecido, perecerán (Salmo 102:25-26; Isaías 34:4; Hebreos 1:10-11; 12:26). Sin embargo, la destrucción del orden antiguo es un simple preludio para la creación del orden nuevo – “nuevos cielos y nueva tierra” (Isaías 65:17). La nueva creación será conocida por su pureza – “No entrará en ella ninguna cosa sucia, ó que hace abominación y mentira” (21:27) – y “no habrá más maldición” (22:3).

y el mar ya no es” (v. 1c). Es difícil imaginar un mundo sin mares. Casi tres cuartos de la superficie de la tierra está cubierta de océanos. Si se secaran los océanos, muy poca vida, si eso, sobreviviría en la Tierra. La evaporación de los mares trae agua que las plantas necesitan – y agua que hace fluir los ríos.

Hoy estudiamos la luna y los planetas para encontrar señales de vida. En esta búsqueda, científicos conectan pruebas de agua con señales de vida, porque el agua es necesaria para la vida que conocemos.

Pero, debemos recordar que para la gente de la antigüedad, el mar también era dominio de “leviatán, serpiente rolliza” (Isaías 27:1) – y del monstruo, Rahab (Job 26:12). Gente temía el mar, ya que un bote en medio del mar era vulnerable frente los vientos y las olas. Muchos eran pescadores que no volvían a casa – víctimas de mares traicioneros.

A pesar de esto, Dios sigue siendo amo de los mares:

• Dios partió las aguas del Mar Rojo para que los israelitas pudieran cruzarlo sin dificultad – y después desató las aguas para atrapar al ejército egipcio que los perseguía (Éxodo 14).

• Dios contuvo las aguas del Río Jordán para que los israelitas pudieran cruzarlo y llegar a la Tierra Prometida (Josué 3).

• Dios cortó el monstruo, Rahab, en pedazos (Isaías 51:9) – y quebrantó “cabezas de ballenas en las aguas. Tú magullaste las cabezas del leviatán” (Salmo 74:13).

• Jesús caminó sobre las aguas del Mar de Galileo para reunirse con sus discípulos en el bote (Mateo 14:25).

“Y yo Juan vi la santa ciudad, Jerusalén nueva, que descendía del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido” (v. 2). “Los justos… no ascienden al nuevo cielo; en vez, el nuevo cielo desciende a la tierra en forma del Nuevo Jerusalén” (Wright, 767).

Juan, de hecho, está hablando del final de la vida tal y como la conocemos. Pero esto no es, realmente, el final, sino el comienzo del nuevo orden. El pasar del antiguo cielo y la antigua tierra es el preludio del Nuevo Jerusalén.

Nuestra lectura del leccionario solo llega hasta versículo 6, pero empezando con versículo 10, Juan da una descripción detallada del Nuevo Jerusalén – su resplandor – sus muros altos y puertas grandes – su tamaño inmenso – sus cimientos decorados con joyas – sus puertas de perlas y calles de oro. “Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. Y la ciudad no tenía necesidad de sol, ni de luna, para que resplandezcan en ella: porque la claridad de Dios la iluminó, y el Cordero era su lumbrera” (21:22-23).

VERSÍCULOS 3-4: EL MISMO DIOS SERÁ SU DIOS CON ELLOS

3Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo (griego: skene) de Dios con los hombres (griego: anthropon), y morará (griego: skenosei – de skenoo) con ellos; y ellos serán su pueblo (griego: laoi – plural de laos), y el mismo Dios será su Dios con ellos. 4Y limpiará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y la muerte no será más; y no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor: porque las primeras cosas son pasadas.

“Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo (skene) de Dios con los hombres” (anthropon – hombres, humanos) (v. 3a). La palabra griega, skene, es la palabra que se usa para el tabernáculo en el Septuagésimo (traducción griega del Antiguo Testamento) y en el Nuevo Testamento (Hechos 7:44; Hebreos 9:2-3, 21; 13:10). El tabernáculo era una carpa que acompañó a los israelitas durante sus cuarenta años en el desierto. Era el lugar donde los israelitas hacían sus ofrendas diarias. Conocían el tabernáculo (específicamente el Sagrado de los Sagrados) como la morada de Dios. Una vez que los israelitas se establecieron en la Tierra Prometida, el templo sucedió al tabernáculo.

El autor de Hebreos nos asegura que Jesús es nuestro Sumo Sacerdote – y el verdadero tabernáculo (skene) “que el Señor asentó, y no hombre” (Hebreos 8:2). También anota que el tabernáculo que Moisés erigió en el desierto solo era “bosquejo y sombra de las cosas celestiales” (Hebreos 8:5).

En el Evangelio de Juan, leemos que “aquel Verbo fue hecho carne, y habitó (eskenosen – de skenoo – erigió su tabernáculo) entre nosotros” (Juan 1:14).

Ahora oímos la voz de Dios asegurándonos que el skene – la carpa o tabernáculo o morada de Dios – se encuentra entre los mortales (anthropon – hombres, humanos). Lo importante es que Dios está cerca de nosotros – con nosotros – no distante o inalcanzable.

y morará (skenosei – de skenoo – tabernáculo) con ellos” (v. 3b). De nuevo vemos la palabra tabernáculo – en este caso con el verbo skenoo, en lugar del sustantivo skene.

Esto confirma la promesa que la morada de Dios estará entre su pueblo, de la misma manera que el tabernáculo les acompañaba en el desierto.

“y ellos serán su pueblo” (laoi – plural de laos) (3c). Aunque algunos manuscritos tienen laos (pueblo – singular), otros manuscritos tienen laoi (gentes – plural).

En el Antiguo Testamento, Dios prometió a Israel, “vosotros seréis mi pueblo” (singular) (Levítico 26:12; Jeremías 7:23; 30:22; Ezequiel 36:28). Esta relación también implicaba un aspecto singular, ya que Dios había escogido a Israel sobre todas las otras naciones – había establecido un pacto con Israel, no con otras naciones o pueblos.

De todos modos, la promesa ahora es, “He aquí el tabernáculo (skene) de Dios con los hombres (anthropon – hombres, humanos), y morará (skenoo) con ellos; y ellos serán su pueblo.” La relación del pacto ya no es exclusiva a Israel. Ahora los fieles de cada nación y raza son el pueblo de Dios, y gozarán de la presencia de Dios entre ellos.

“y el mismo Dios será su Dios con ellos” (v. 3d). Las frases, “Dios será contigo” y “Yo seré contigo” aparecen frecuentemente en el Antiguo Testamento (Génesis 26:3; 31:3; 48:21; Éxodo 3:12; 10:10; Deuteronomio 31:8, 23, etcétera, etcétera).

Estas palabras no son tan comunes en el Nuevo Testamento (2 Corintios 13:11; Filipenses 4:9) – pero la promesa de la presencia de Dios (o la presencia de Cristo o el Espíritu Santo) sí abunda en el Nuevo Testamento – comenzando con la promesa del ángel, “llamarás su nombre Emmanuel, que declarado, es: Con nosotros Dios” (Mateo 1:13). También, “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14; véase también Mateo 18:20; Juan 14:16-17, 25-26; 1 Pedro 4:14; 1 Juan 3:24).

“Y limpiará Dios toda lágrima de los ojos de ellos” (v. 4a). Estas palabras vienen del profeta Isaías – “Destruirá á la muerte para siempre; y enjugará el Señor toda lágrima de todos los rostros: y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra: porque Jehová lo ha dicho” (Isaías 25:8; véase también Apocalipsis 7:17).

Todos soltamos lágrimas de vez en cuando. Cuando somos jóvenes, lloramos al arañarnos la rodilla o por un viaje cancelado a Disneylandia. Cuando somos mayores, lloramos por un amor perdido – o por oportunidades perdidas. A cualquier edad, lloramos por la muerte de un ser querido. Según las dificultades que estos cristianos tenían con Roma al escribirse este libro, sus lágrimas seguramente se debían a la persecución – al martirio.

Secar las lágrimas de alguien es confortar – ayudar a alguien a atravesar momentos de angustia – lo que una madre hace por sus hijos. Es reconfortante saber que Dios se preocupa por nosotros lo suficiente para limpiar nuestras lágrimas.

“y la muerte no será más” (v. 4b). En la Biblia, la palabra “muerte” se usa de dos maneras. Se usa para describir:

• El final de la vida física en la tierra.

• La muerte espiritual – la alienación de Dios – la separación de Dios. Cuando una persona muere físicamente, él o ella queda separada de sus seres queridos que permanecen vivos. Hay un gran abismo entre los vivos y los muertos para que la persona muerta no pueda atravesar el abismo y relacionarse con los vivos – y para que los vivos no puedan cerrar el abismo y ver a los muertos. De la misma manera, una persona muerta espiritualmente queda separada de Dios – y, por lo tanto, está sujeta a “la condición (griego: aion – edad) de este mundo” y “al príncipe de la potestad del aire” – una fuerza demoníaca (Efesios 2:2).

Pablo dice “así como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, y la muerte así pasó á todos los hombres, pues que todos pecaron” (Romanos 5:12). También dice, “la paga del pecado es muerte: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).

Pero Pablo nos asegura que “fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Romanos 5:10). Dice, “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adam todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados. Mas cada uno en su orden: Cristo las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin; cuando entregará el reino á Dios y al Padre, cuando habrá quitado todo imperio, y toda potencia y potestad. Porque es menester que él reine, hasta poner á todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será deshecho, será la muerte” (1 Corintios 15:20-26; véase también Romanos 5:10, 18).

“y no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor: porque las primeras cosas son pasadas” (v. 4c). En el mundo redimido – el nuevo cielo y la nueva tierra – no habrá causa para “llanto, ni clamor, ni dolor.” Lloramos por los que mueren, pero no habrá más muerte. Lloramos por muchas razones (véanse los comentarios de v. 4a), pero lo que nos causaba dolor bajo el antiguo régimen ahora desaparecerá. No habrá más lamentación ni lágrimas ni dolor, porque las causas de esas cosas ya no existirán.

VERSÍCULOS 5-6: HE AQUÍ, YO HAGO NUEVAS TODAS LAS COSAS

5Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. 6Y díjome: Hecho es. Yo soy Alpha y Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré de la fuente del agua de vida gratuitamente.

“Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (v. 5). Ahora vemos “el que estaba sentado en el trono” – y oímos la voz de Dios prometiendo, “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas.” Esta es una de las pocas veces que Dios habla directamente en este libro.

En versículo 1, Juan vio un nuevo cielo y una nueva tierra – y vio desaparecer el primer cielo y la primera tierra (véanse los comentarios de v. 1).

“Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas” (v. 5). Hay eruditos que piensan que un ángel dio esta orden, pero no hay nada en el texto griego que sugiera un cambio de locutor.

Sea Dios el locutor o un ángel no cambia para nada su significado. Juan, habiendo visto esto, debe documentarlo para que otros sepan lo que ha visto. Lo debe hacer, porque “estas palabras son fieles y verdaderas” – fiables – una guía segura.

“fieles y verdaderas.” Como vivimos en un mundo caído, sabemos lo difícil que es discernir entre la verdad y la ficción. Vivimos rodeados de personas (individuos, mercaderes, compañías, publicitarios) que prometen todo tipo de cosas – pero que a menudo no cumplen sus promesas. Si operamos según su fiabilidad, fácilmente podemos encontrarnos gravemente decepcionados.

Sin embargo, si basamos nuestras acciones en un guía fiel – en la verdad – no estaremos decepcionados. Dios (o el ángel) promete que lo que Juan ve es cierto, “fiel y verdadero.”

“Y díjome: Hecho es. Yo soy Alpha y Omega, el principio y el fin” (v. 6a). Alpha es la primera letra del alfabeto griego, y Omega es la última. Entonces, esta frase describe lo que es primero y último – el principio y el fin – inclusive.

“el principio y el fin” (v. 6b). Dios, siendo eterno, no se puede definir por el tiempo, pero este lenguaje nos ayuda a entender la naturaleza eterna de Dios.

El Antiguo Testamento describe a Dios como el primero y el último (Isaías 44:6; 48:12). El libro de Apocalipsis describe a Dios como “el Alpha y Omega” (1:8; 21:6).

Más adelante, Jesús dirá, “Yo soy Alpha y Omega, principio y fin, el primero y el postrero” (22:13). Esto concuerda con el Prólogo del Evangelio de Juan que dice, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3).

“Al que tuviere sed, yo le daré de la fuente del agua de vida gratuitamente” (v. 6c). El agua es la sustancia de la vida. Podemos vivir algún tiempo sin comer, pero sin agua vivimos muy pocos días. El agua no solo sirve para beber, también sirve para lavar – algo importante para la salud, y para bañarse – también algo necesario para nuestra salud y comodidad.

En una tierra árida como Israel, el agua era particularmente apreciada – y se agradecía la ayuda al momento de buscarla. El Antiguo Testamento describe a Dios como el pastor que “Junto á aguas de reposo me pastoreará” (Salmo 23:2) – y como “fuente de agua viva” (Jeremías 2:13; 17:13).

• Jesús le dijo a la mujer en el pozo que él le ofrecía “agua viva” (Juan 4:10).

• También dijo, “Si alguno tiene sed, venga á mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su vientre” (Juan 7:37-38; véase también Isaías 12:3; 55:1; 58:11; Zacarías 14:8).

• Jesús también prometió, “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán hartos” (Mateo 5:6).

• Más adelante, el Espíritu y la novia harán la invitación, “Ven. Y el que tiene sed, venga: y el que quiere, tome del agua de la vida de balde” (22:17).

El salmista dice, “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Salmo 42:1-2). Esto revela el anhelo que tenemos muchos de nosotros. Anhelamos aquello en lo que nos podemos fiar, y Dios es fiable. Anhelamos recibir gracia, y Dios nos la ofrece de regalo. Anhelamos ser amados, y las escrituras nos aseguran que Dios nos ama. Anhelamos una vida llena y significante, y Dios nos llama hacia el trabajo que contribuya a su plan para la salvación del mundo. Anhelamos continuar la vida, y Dios nos ofrece vida eterna. Dios satisface necesidades que no se satisfacen de ninguna otra manera.

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada en http://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

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Copyright 2013, Richard Niell Donovan